La vid se introdujo en Canarias a partir del siglo XV, sobre todo desde España y Portugal, y el que en las islas se conservan variedades únicas en el mundo se debe a que en Archipiélago quedó a salvo de la plaga de filoxera que afectó a otras zonas en el siglo XIX.

    En el libro se habla de unas cincuenta variedades que proceden de la colección del ICIA, que hace unos treinta años comenzó un estudio que al recuperarlo ha facilitado descubrir las vides que no existen en otro lugar del mundo.

    Para realizar este trabajo se han empleado diversos métodos de caracterización molecular, analizando el ADN, y morfológica, lo que implica un examen y evaluación visual del material vegetal.

    Para esta evaluación se tienen en cuenta todos los órganos de la planta, como el brote joven, el pámpano, la hoja joven y adulta, el racimo, la baya o fruto y el sarmiento, así como la búsqueda de sinonimias entre variedades cultivadas en el Archipiélago, la Península Ibérica y otros países europeos.

    Inmaculada Rodríguez-Torres dijo que el agricultor debe ser ahora quien decida qué hacer con esas variedades, cada una de las cuales saca sus máximo potencial en un determinado lugar.

    Algunas de esas variedades que son únicas en el mundo están incluidas en alguna Denominación de Origen, explicó Inmaculada Rodríguez-Torres.

    En este trabajo no se han incluido las variedades foráneas de reciente introducción, ni los portainjertos e híbridos productores directos y las variedades de mesa.

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