En un entorno rural con numerosas parcelas abandonadas, con un número cada vez menor de cabezas de ganado alimentándose en los montes, con balsas de riego en desuso, muretes derruidos que podrían actuar de cortafuegos, y con restos vegetales que nadie retira, el potencial de riesgo para la propagación de incendios forestales es notablemente superior.

Así se valora desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas y Graduados de España, desde donde apuntan que desde el sector agroambiental se puede hacer un gran trabajo que repercuta no sólo en el desarrollo rural, sino también en lograr que los incendios sean menos virulentos y más fácilmente controlables.

“Tenemos importantes ejemplos de éxito en otros países, como es el caso de Francia, que ha introducido las patrullas de pastoreo, rebaños que limpian los montes de vegetación espontánea. Es algo que ya se está aplicando en algunos municipios andaluces y aragoneses,  que es extrapolable a toda la Península, y que está dando buenos resultados con elevados ahorros en el coste de mantenimiento de los montes”, afirma Javier Lorén, Presidente del Consejo de Agrícolas.

la mejor soución es apostar por el desarrollo rural para generar un empleo agrario ligado a la utilización sostenible de los recursos naturales

Para contribuir a una nueva situación, desde el Consejo se incita a que haya una apuesta firme por el desarrollo rural desde el espectro político, para generar un empleo agrario ligado a la utilización sostenible de los recursos naturales como mejor arma de protección del territorio.

Desde este organismo también ponen el foco de atención en las malas prácticas agrícolas que en ocasiones originan algunos incendio, tal y como ha ocurrido recientemente en Carcaixent (Valencia). Salvo ocasiones en las que la quema sea la única solución para minimizar los daños de determinadas plagas, el Consejo recuerda que, en el resto de los casos, habría que emplear medidas alternativas, como la trituración.

Esta técnica permite dejar el material vegetal sobre el terreno, lo que a medio plazo implica una mejora de la materia orgánica del suelo. Si la quema fuese la única alternativa, desde este sector profesional se reclama que se haga con la mejor praxis y las máximas medidas de seguridad.

“El abandono al que se está sometiendo a las zonas rurales ha contribuido a desactivar los recursos que tradicionalmente nos han ayudado»

Lo peor que le puede ocurrir a un área que ha sufrido un incendio forestal, es que después se vea afectada por lluvias torrenciales, algo bastante común en distintas zonas de la península, como la costa mediterránea a causa de la gota fría.

Los torrentes de agua arrastran las capas de tierra que han quedado dañadas tras un incendio, lo que impide la regeneración natural de la zona, contribuyendo a su desertificación.  A su vez, el agua también arrastra restos vegetales de cultivos abandonados que pueden provocar atascos, daños en infraestructuras y personales. Otro factor minimizador de daños es la capacidad de absorción de los cultivos fértiles, que se reduce considerablemente cuando la tierra no está trabajada.

“El abandono al que se está sometiendo a las zonas rurales ha contribuido a desactivar los recursos que tradicionalmente nos han ayudado a mantener el equilibrio necesario para paliar las consecuencias de estos desastres ambientales. Una agricultura rural saludable es la clave, obviamente, siempre que la actividad sea rentable, si no, será imposible su desarrollo y, por tanto, sus beneficios”, concluye Lorén.

(Foto: pixabay.com)

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