EFE.- Esta es una de las conclusiones que se apuntan en un artículo de investigadores de diversos países que ha publicado la revista "Philosophical transactions of the Royal Society B.", ha explicado a Efe Celia Milford, del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña (Aemet), en Tenerife.

   El amoníaco (NH3) es un gas que se encuentre de forma natural en la atmósfera y que también es emitido por las actividades agrícolas, sobre todo la ganadería y los fertilizantes, así como por la quema de biomasa.

   El aumento de amoníaco preocupa porque contribuye a la acidificación y al exceso de fertilización de los ecosistemas, tantos terrestres como marinos, y desempeña una función importante en la formación de partículas finas (PM2.5).

   Las partículas finas son objeto de preocupación para los científicos debido a que afectan a la salud, sobre todo en aspectos cardiovasculares.

   A diferencia de lo que sucede con otros contaminantes, hay pocas reducciones previstas para las emisiones de amoníaco, e incluso se prevé un aumento de las emisiones.

   Por ejemplo, en Europa se prevé un descenso de un dos por ciento para las emisiones de amoníaco entre 2010 y 2020, comparado con un descenso del treinta por ciento para el dióxido de azufre (SO2) y del veintinueve por ciento para los óxidos de nitrógeno (NOx).

   En otros partes del mundo, por ejemplo en Estados Unidos, se prevé un incremento de las emisiones del amoníaco, mientras que las emisiones de los óxidos de nitrógeno está previsto que disminuyan, debido a la implementación de nuevas tecnologías para reducir las emisiones de los vehículos.

   Celia Milford explicó que la mayoría de estas emisiones de amoníaco son muy sensibles a la temperatura y a la disponibilidad de agua, por lo que el incremento de la temperatura, como consecuencia del calentamiento global, provoca un aumento de las emisiones de amoníaco.

   En la actualidad se dispone de herramientas para medir el amoníaco tanto en determinadas estaciones terrestres como en observaciones desde satélites.

   El artículo también presenta nuevos desarrollos para la modelización de amoníaco que permite evaluar las consecuencias del cambio climático, indicó la investigadora.

   Las estimaciones iniciales indican que un calentamiento de cinco grados centígrados produciría un incremento en las emisiones de amoníaco en torno al 42 por ciento.

   Por tanto, según comentó Celia Milford, la reducción de las emisiones de amoníaco a la atmósfera requerirá un esfuerzo adicional, ya que se prevé un incremento de las emisiones por un lado debido a las actividades antropogénicas (actividad humana) y por otro al incremento de la temperatura.

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