Según sus cálculos, en el país puede haber alrededor de 700 esquiladores (más de la mitad de ellos en Extremadura), un 30 % más que hace una década, un aumento que atribuye a la crisis económica que ha hecho que muchos de los parados en el sector de la construcción se plantearan dedicarse a este oficio, sobre todo en las zonas rurales.

    Junto a Extremadura, Castilla y León, Navarra, Aragón son las comunidades autónomas con mayor número de esquiladores, entre los que cada vez hay más jóvenes en busca de porvenir y extranjeros provenientes de países como Polonia, Rumanía y Uruguay que muchos profesionales españoles ven como una amenaza por sus bajos precios (alrededor de 90 céntimos por cada ejemplar de oveja esquilada en lugar de los 1,30 euros de media).

Un trabajo de "vocación" por la dureza del mismo


     "Tiene que ser por vocación, es un trabajo muy duro", comenta Daniel, al que su amor por este oficio le ha llevado a organizar el concurso nacional de esquiladores que se celebra desde hace ocho años todos los meses de marzo en Castuera (Badajoz) y que pone a prueba la velocidad y la calidad del cortado de lana.

     Jorge Alegre, organizador del otro gran concurso de esquiladores de España, que tiene lugar desde hace 23 años en Salgüero de Juarros (Burgos), coincide al atribuir a la crisis económica el repunte en el número de trabajadores. "No hay problema de trabajo, pero tenemos una competencia desleal", dice en referencia a los esquiladores extranjeros.

     También ha presenciado en los últimos años la incorporación de jóvenes a un oficio que, según cuenta, antes era "más familiar" y sigue siendo "muy poco reconocido y desamparado".

     Ignacio Valero se convirtió en esquilador casi por casualidad a los 25 años, cuando se marchó a Francia para hacer un curso de esquileo, poco después de formar una cooperativa ganadera con un grupo de amigos en la localidad madrileña de Puebla de la Sierra. "Tenía ganas de hacer algo propio, en el campo, de buscarme la vida fuera de la ciudad", cuenta.

     Hasta ese momento "no había visto una oveja de cerca" y ahora, en cambio, estos animales son su fuente principal de subsistencia, aunque también cuenta con ingresos procedentes de otros trabajos a los que se dedica durante los meses de invierno, cuando el esquileo vive su mayor parón.

     "No he trabajado en algo tan duro en mi vida", afirma, al tiempo que reconoce que le mantiene enganchado el "espíritu de superación" que temporada tras temporada le lleva a perfilar su técnica en compañía de su cuadrilla, formada por cinco personas de entre 25 y 40 años.

     Entre sus clientes habituales está el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) del Gobierno regional, que cuenta con él y con otros miembros de la cooperativa para esquilar las ovejas de la finca La Chimenea, en Aranjuez.

Una profesión que conlleva muchos desplazamientos


     En el caso de Ignacio la profesión de esquilador se ha convertido con el tiempo en un tema casi vocacional, algo que no suele ocurrir con los jóvenes que comienzan a coquetear con esta profesión, según opina Isaac de Arriba, de 40 años, que empezó a esquilar ovejas con diez.

     "Muchos jóvenes que comienzan a esquilar lo dejan al año siguiente cuando consiguen dinero", dice. Aunque vive en Alba de Tormes (Salamanca), a lo largo del año se mueve por otras zonas de Castilla y León, así como por Extremadura, Andalucía y Castilla La Mancha, acompañado de su cuadrilla, conformada por cuatro personas de entre 27 y 42 años.

     "Podría haberlo dejado hace tiempo, pero me gusta tanto", comenta Isaac, deseoso de que llegue el mes de marzo para empezar a esquilar, una actividad "dura" pero que necesita "como el aire".

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