Siempre que se produce una reforma de la política agrícola común, como en la que estamos inmersos en estos momentos, se abre un debate sindical sobre el modelo de agricultura que merece más apoyos públicos, al que se deberían de dirigir las diferentes políticas. Suele ser un debate estéril, pues tanto los burócratas de la Comisión, como los parlamentarios y los ministros de Agricultura de los diferentes países, que son los que deciden, apuestan por una línea de continuidad que deje descontentos a los mínimos, que no tenga un elevado coste político y que suponga la consagración del modelo agrario europeo, principalmente del dominante en Francia y Alemania. La postura sindical en estos escenarios de la negociación tiene más que ver muchas veces con la búsqueda de adhesiones y simpatías parroquianas, que con opciones posibilistas de una política agraria distinta. Quienes en su día se engancharon a la figura del ATP o después a la de la modulación, son los mismos que ahora se enganchan a la del “agricultor activo”, figura que Bruselas está definiendo como la persona que en el conjunto de sus ingresos al menos un 5 por ciento de ellos son agrarios.

Es fácil desacreditar la PAC poniendo algunos ejemplos de preceptores de ayudas que no deberían de percibirlas y es más difícil convencer a la sociedad no agraria del papel que está jugado el agricultor en la ocupación del territorio, la preservación del medio ambiente y sobre todo en la obtención de alimentos en calidad y cantidad, a precios más que razonables, para no tener dependencia exterior. Quienes tanto han desprestigiado nuestra profesión en momentos de negociación como el actual, es seguro que lo vuelvan a hacer en este año largo que tenemos por delante hasta que se apruebe la reforma, un año en el que habrá un cambio de Gobierno que a ciertas asociaciones no le va a gustar y un año en el que se celebrarán elecciones a Cámaras Agrarias para medir la representatividad en el sector.

ASAJA ha desplegado toda su artillería para defender, en la medida de nuestras responsabilidades y posibilidades, la mejor PAC para Castilla y León. Una PAC que garantice el sostenimiento de los cultivos y producciones ganaderas, que apoye la agricultura continental, que se ocupe de quienes viven en los territorios más desfavorecidos, que piense en los jóvenes, que dé estabilidad a medio plazo, que nos permita ganar en la necesaria redistribución de fondos nacionales y territoriales, y sobre todo una PAC que ponga en valor nuestros productos y nos permita vivir más de la venta de las mercancías y depender menos de subsidios económicos. Y en la definición de ese agricultor al cual queremos que se dirijan la mayoría de las políticas agrarias con sus correspondientes dotaciones económicas, está la del “agricultor superactivo”. Un agricultor “superactivo”, que es el que apoya ASAJA de Castilla y León, es el que tiene una explotación en la que produce con criterio empresarial, en la que trabaja y gestiona de forma directa y personal ayudado o no de asalariados, pero sobre todo –y esto lo diferencia del simplemente activo– es emprendedor, tiene afán de superación, se endeuda hasta las cejas e invierte en el sector como apuesta de futuro. Este es nuestro modelo de agricultor a proteger, el que trabaja e invierte en el campo, reflejo claro de lo que son nuestros jóvenes

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