Todavía no se sabe cómo va a quedar la negociación de la PAC; nadie sabe el papel que por primera vez jugará el Parlamento Europeo en esta negociación, inicialmente más proclive a ‘vender’ ecología y medio ambiente que a tener esas gotas de pragmatismo necesarias en una negociación de estas características; ni siquiera se tiene claro qué recortes económicos va a haber y cómo van a afectar a España; por no saber nadie conoce si el acuerdo entre Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba para negociar con Europa algunos puntos clave para España afectará o no a la Reforma Agraria. Vamos, que nadie sabe nada a ciencia cierta, pero España ya está cerrando sus propios acuerdos políticos… por separado.

   Desde hace tiempo se viene diciendo por parte no sólo del Gobierno, sino de las propias autonomías y organizaciones agrarias que el acertadamente llamado Acuerdo Hispano-Español (el que debe repartir el dinero que nos mande Europa) iba a ser más complicado que la propia PAC, pero creo que pocos iban a esperar lo que está pasando. Y es que, autonomía por autonomía, PSOE y PP, y en muchas ocasiones Izquierda Unida o cualquier otro partido nacionalista o regionalista, han sido capaces de ponerse de acuerdo …  ¡en lo que van a exigir para ellos!

   Aquí a todo el mundo se le llena la boca pidiendo solidaridad a Europa, que no se aplique una convergencia que perjudique al campo español, que se respete sobre todo la diversidad de cultivos que tenemos, que no haya tasa plana, que no nos quiten ni un euro, que potencien nuestro  desarrollo rural, que se reconozca al olivar, a la ganadería extensiva y hasta el cultivo del pomelo si hace falta…. Pero, a la hora de la verdad, que a mi comunidad no le toquen ni un pelo, aunque los pomelos sólo los conozcan del Mercadona o del Día (y a saber de dónde vienen) o lo más parecido a una vaca o una oveja que hayan visto sea en un cartel del propio supermercado.  Que si hay que recortar, se recorte en los otros, pero en mi tierra, nada de nada. Y para eso bien que se ponen de acuerdo los partidos, pero no en una mesa, sino en proposiciones en sus Parlamentos regionales, con luz y taquígrafos.

   Es cierto que ya sabemos que en este país lo que diga, prometa o se comprometa un político tiene el valor que todos conocemos, pero si empezamos a hacer cada cual la guerra por su cuenta mal vamos. Primero, porque lo único que va a traer son enfrentamientos políticos porque nadie va a lograr lo que está pidiendo. Segundo, porque van a acabar dando, una vez más, la impresión al ciudadano de que no cumplen nada de lo firman. Y, tercero, porque lo que le falta a España es una nueva guerra autonómica o regional en un momento en el que ya están los ánimos bastantes caldeados y con demasiadas voces que claman, aprovechando que el Pisuerga no es que pase es que se desbordará de un momento a otro,  para acabar con ellas por aquello de recortar gastos.

   Es justo que cada cual defienda sus intereses, pero es más justo que antes de saber cómo es la tarta no se empiece a repartir o, lo que es peor, exigir, el trozo que quiere cada uno, porque  a este paso nos vamos a quedar todos sin postre o, por lo menos, con una sensación de que alguien nos ha ‘robado’ algo más que una guinda de nuestro plato. Esperemos a saber qué pasa con la PAC y ya habrá tiempo de ponerse a discutir qué se hace con lo que nos den, y que a nadie se le olvide será menos de lo que todo el mundo espera. Aprobar ahora resoluciones y consensos no sirve de nada salvo para salir en la foto y decir que todos se preocupan por su comunidad. ¿Pero alguien se está ocupando y preocupando realmente por España y su campo?

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