Al final Mariano Rajoy sorprendió en la elección del nuevo ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, pero en el momento (cuando nadie se lo esperaba y se anunciaba la presencia de Arias Cañete en el consejo de ministros) que no en la personas, ya que Isabel García Tejerina no sólo era la esperada, sino la más preparada para suceder a Miguel Arias Cañete. Y lo está no solo por su preparación, sino sobre todo porque representa la continuidad de una labor que habrá tenido sus luces y sombras, pero que ha sido positiva para el sector en líneas generales.

    Y este relevo, cuando queda un final de legislatura duro, es cuanto menos una garantía para todos, como así lo ha expresado la inmensa mayoría de las opiniones a su designación. Y es que, los experimentos, con gaseosa. Y el campo español no está para probaturas ni carreras políticas de defenestrados de otras administraciones, sino para seguir una línea de trabajo rigurosa, seria, dialogante y lo suficientemente flexible como poder hacer bien las cosas. Y para ello, nadie mejor que quien ha estado siempre ahí, detrás o al lado de Arias Cañete, pero siempre en primera fila, trabajando codo con codo con él y abriendo puertas donde la política no permitía que se hiciera y cerrando frentes cuando hacía falta que no hubiera focos que lo visualizaran.

   Pero que nadie se llame a engaño, no por ser una perfecta conocedora de la situación tiene por delante una tarea fácil. Escasas horas después de que la nombraran su predecesor ya la recordaba que “en este Ministerio no se vive bien”, consciente de que queda mucho por hacer y porque el campo no es precisamente un sector conformista, sino mucho más peleón de lo que pueda aparentar. Por eso, ante sí tiene retos como el desarrollo de la PAC, las tarifas de los regantes, la cogenaración, el Plan Hidrológico Nacional, la Norma del Ibérico, la aplicación de la ley de la cadena alimentaria, el desarrollo de la ley de Cooperativas, la… lista más larga que se pueda pensar.

    Y si alguien puede hacerlo es ella y su equipo, en gran medida porque ya lo lleva haciendo mucho tiempo.  Pero, ojo, que nadie piense que esto es sólo más de lo mismo. Cuando Arias Cañete se despidió de Europa como ministro para volver tras el verano como comisario o algo más, todo el mundo quiso ver en la foto de su despedida, acompañada siempre de García Tejerina, un gesto de relevo. Y lo fue, pero Isabel no es sólo la chica de la foto. Es mucho más. Es una profesional del sector, con muchos años con cargos de responsabilidad en la Administración y una fiel colaboradora de Arias Cañete que viene a dar continuidad a una política, pero no a seguir el guión que le marquen, sino a definir el suyo dentro de unas líneas ya marcadas y desarrolladas por ella misma.

    Se le califica en muchos círculos de ser una persona técnica más que política. Y eso está muy bien, porque hace falta técnicos que sepan no sólo lo que hacen sino cómo hacerlo al frente de un Ministerio. Pero Isabel García Tejerina no es sólo un profesional, sino que puede sorprender a muchos con su talante y su propia forma de hacer las cosas. No sé si se comerá un yogur caducado en televisión, pero sí que no viene a pasar desapercibida, sino a hacer un trabajo pendiente. Y cuando se trabaja, siempre se deja una impronta. Y ella quiere dejarla y demostrar que va mucho más allá de ser la chica de la foto.

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