Según han comprobado los investigadores, las plantas que sobreexpresan dicho gen tienen aumentada la cantidad de giberelina, que es la hormona que promueve el crecimiento de las plantas, lo que, a su vez, genera un refuerzo de la cubierta protectora de la semilla.

    "Esta cubierta es la responsable de evitar la entrada de oxígeno en la semilla; el aumento en la giberelina la hace más fuerte y esto deriva, al final, en una mayor resistencia y longevidad de la semilla", ha resaltado en el comunicado el investigador del CSIC Eduardo Bueso.

Un hallazgo importante para mantener la biodiversidad y ayudar al agricultor


    Este hallazgo puede resultar de especial relevancia para mantener la biodiversidad, no perder especies de semillas y, sobre todo, para los agricultores.

    "Antiguamente se cultivaban muchas especies de distintas plantas, pero se han perdido muchas de ellas, ya que lo que prima hoy son los criterios de rendimiento", ha añadido Bueso.

    Para garantizar la conservación de especies se crearon los bancos de germoplasma, pero había que regenerar periódicamente las semillas y "con esta estrategia se podrían ampliar los plazos de regeneración".

    Otro de los científicos de la investigación del CSIC Ramón Serrano ha apuntado que de esta forma, "al incrementar la vida útil de las semillas, reduciríamos el gasto derivado de su compra".

    El estudio se ha desarrollado en la planta Arabidopsis thaliana, una especie con grandes ventajas para la investigación en biología molecular.

    Tras rastrear medio millón de semillas, que correspondían a 100.000 líneas de Arabidopsis mutadas, "analizamos cuatro mutantes y comprobamos la incidencia sobre la longevidad de las semillas de la planta al introducirle la sobrexpresión del gen ATHB25", ha explicado Serrano.

El siguiente paso en trabajar en las semillas del tomate o el trigo


    Los investigadores compararon la tasa de longevidad de las semillas de las plantas de Arabidopsis modificadas mediante ingeniería genética y de las no modificadas; las conservaron durante 30 meses en condiciones de humedad y temperatura ambiente.

    En el caso de las planta control, transcurridos los 30 meses, sólo un 20% volvía a germinar, mientras que en las modificadas la práctica totalidad -el 90%- iniciaba de nuevo el proceso de germinación.

    Los investigadores del centro trabajan ahora en mejorar la longevidad de diferentes especies de interés agronómico, entre ellas el tomate o el trigo, han avanzado.

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