EFE.- La cooperación internacional agrícola ha sido una de las claves, en los últimos años, para lograr un cambio en la producción, más respetuosa con el entorno, para lograr alimentos que mejoren la nutrición de estos pueblos y potenciar el intercambio local.

Numerosas organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD), con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y de otras entidades, realizan una labor muy seria en este sentido.

Según la Aecid, tres cuartas partes de la población pobre y desnutrida mundial continúa viviendo en las zonas rurales, al frente de pequeñas explotaciones agrícolas.

La Agencia también trabaja directamente sobre el terreno, a través del grupo Tragsa, como en los proyectos para mejorar la producción agrícola local de las cooperativas de arroz en Níger, con casi 500 agricultores directamente beneficiados, que hace hincapié en la formación en su concepción más amplia (agronómica, sobre asociacionismo y de gestión de cooperativas).

Fuentes de Tragsa destacan a Efeagro que "la principal novedad de este proyecto radica en la instalación de estaciones de bombeo flotantes, que eliminarán el problema que sucede, año tras año, de enarenado de las instalaciones de riego por depósitos del río Níger.

Pero el trabajo de los cooperantes no está exento de problemas, en algunos casos por la inestabilidad política de los países.

En Mali, por ejemplo, Tragsa se enfrenta a dificultades de ejecución del proyecto de cooperativas rurales de anacardo, dadas las condiciones políticas tras el golpe de Estado.

No obstante, y aunque no hay personal desplazado, un equipo local de 35 personas, que se coordina desde España, continúan con este trabajo que pretende crear riqueza y soberanía alimentaria en la provincia maliense de Sikasso, a través del desarrollo de los mercados locales y de la transformación local del anacardo.

Por su parte, el Centro de estudios rurales y agricultura internacional (Cerai) es una de las escasas ONGD especializada en el desarrollo rural, agrícola y pesquero sostenible de España, basada en un enfoque agroecológico: una producción ecológica, respetuosa con el entorno y las personas.

Esta organización lleva ya casi 20 años intentando ser "motor de cambio de las comunidades campesinas", que les trasladan que con su trabajo están sembrando su pequeña semilla para esa transformación agrícola, social y medioambiental.

"Gracias a las capacitaciones y los aportes del proyecto, se logran mejorar las condiciones de trabajo, los rendimientos y los ingresos de las familias", explica a Efeagro el presidente de la cooperativa cubana Desembarco del Granma en el municipio de Niquero, Mario Hernández Cruz, beneficiado con dos proyectos financiados por Aecid y desarrollados por Cerai en los últimos cuatro años.

"Se logra avanzar en un par de intensos años lo que de otra manera podría haber sido 15 años", asegura Hernández Cruz.

Añade que "normalmente se logra duplicar las producciones y se aporta más estabilidad y diversificación de productos a los mercados locales dependiendo menos de productos externos", ya que no sólo se mejoran las infraestructuras de la cooperativa y de la comunidad, sino también "los niveles de satisfacción" de la población y las "opciones de trabajo de la zona".

Los proyectos se realizan siempre en colaboración con las comunidades campesinas de los países en los que se desarrollan, ya que es fundamental adaptarlas a las necesidades locales, detalla a Efeagro la técnica de cooperación de Cerai, Arantxa García.

"El cooperante no llega para dirigir, sino para coordinarse con los campesinos; no llega para enseñar, sino para intercambiar conocimientos", resalta a Efeagro el cooperante español Iñaki Liceaga, con doce años de experiencia (5 en Bolivia y 7 en Cuba) en proyectos de apoyo al desarrollo de las cooperativas campesinas.

En otros países, como en los africanos, a raíz de las indicaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial en los años 80, se produjo una desinversión agrícola que condujo a la extensión del monocultivo del arroz, pero con miras a las exportación más que para atender al consumidor local, al que, además, llegaba en cantidades insuficientes.

Estas decisiones "globales" han conllevado en algunos casos una insuficiente ingesta alimentaria y nutricional, basada casi exclusivamente en el arroz.

García apunta a que, por ejemplo, en Mauritania se están desarrollando proyectos hortícolas "para lograr una dieta más variada" de la población local, y se está recuperando el cultivo de una judía africana "ñiebe".

En pequeñas extensiones, en medios desérticos, de entre 0,8 a 3 hectáreas de producción, se logra el autoconsumo de las familias y "todo son beneficios"; se reducen los gastos y con el tiempo, "incluso consiguen rentas, lo que antes era impensable, al poder comercializar en el mercado local parte de sus producciones", añade.

Para ello, según concluye, también se trabaja en el asociacionismo y organización de agricultores para que distribuyan conjuntamente sus productos y negocien precios.

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