EFE.- Losada ha participado como autor líder en el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), coordinando el capítulo sobre impactos y adaptación al cambio climático en zonas costeras.

Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra mañana bajo el lema «Alza tu voz, no el nivel del mar», Losada asegura a Efe que está en nuestra mano atenuar los efectos mediante las medidas de adaptación.

Las de mitigación (reducción de emisiones de gases contaminantes, la raíz del problema) se llevan discutiendo en las negociaciones internacionales desde hace años, pero los intereses tan opuestos de los países complican alcanzar un acuerdo global vinculante.

El catedrático, que es también director de Investigación del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria, colabora actualmente con el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en la redacción de la Estrategia de Adaptación al Cambio Climático en la costa.

El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) es hoy la principal herramienta del Estado en este ámbito, al margen de los planes autonómicos.

Sin embargo, subraya Losada, la costa española está gestionada de modo muy distinto al resto de países, porque hay un dominio público terrestre competencia de la Administración General y, a su vez, las CCAA poseen muchos poderes en el territorio costero.

«Evidentemente el cambio climático no afectará solo al dominio público terrestre. Por tanto, deben trabajar todos juntos, incluidos ayuntamientos, en un plan flexible, pues aún hay incertidumbres».

Entre las posibles medidas de adaptación, el experto no solo cita el levantamiento de estructuras de defensa, sino también sistemas de alerta, políticas fiscales, planificación territorial, etc.

Parafraseando al último informe del IPCC, la mayor red científica mundial dedicada al estudio del cambio climático-, el futuro más inmediato está en la adaptación.

Los impactos asociados directamente al fenómeno global son: el ascenso del nivel del mar, el calentamiento de las aguas y la acidificación del océano.

Dentro de éstos se describen «efectos automáticos». Por ejemplo, en relación al ascenso del nivel del mar ya se observan en muchas costas inundaciones permanentes y más eventos de inundación por fenómenos extremos.

En cuanto al aumento de temperaturas de las aguas se ve «claramente» la migración de muchas especies marinas de un hemisferio a otro y, por último, la acidificación -que a España afecta menos- está repercutiendo en las especies de origen calcáreo (arrecifes de coral que se blanquean).

Ello tiene una grave repercusión sobre la costa porque muchos arrecifes, praderas de posidonia y manglares «proveen de servicios de protección, pues ayudan a fijar el sedimento y reducen el efecto de las olas y de las mareas meteorológicas como los huracanes».

En definitiva, se está reduciendo la resiliencia (capacidad de defensa) frente a eventos de inundación y de erosión, destaca el catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad de Cantabria.

En España, la fachada atlántica, cantábrica y las aguas canarias se comportan igual que a nivel global: entre uno y medio y tres milímetros de subida al año. En el Mediterráneo, la variabilidad climática condiciona enormemente los ascensos que se están midiendo, de modo que en la última década ha registrado un aumento importante, pero en periodos anteriores hubo incluso «depresiones».

Aparte del nivel del mar, añade el director de Investigación de IH Cantabria, se ha observado en España que las olas extremas lo son son cada vez, sobre todo en las fachadas cantábrica y atlántica, y que hay un efecto de pérdida de resiliencia en la costa.

La playa es uno de los principales mecanismos de defensa del litoral, porque induce a la rotura del oleaje, pero «si nos quedamos sin playa, perdemos defensa, si nos quedamos sin dunas perdemos defensa, si nos quedamos sin humedales perdemos defensas…».

La consecuencia es que en los últimos temporales, «no siendo los más graves, han causado más daños».

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