Esmateria.- En la selva amazónica, 2+2 no son 4. La expansión de la agricultura y los pastizales provocará un descenso de las producciones agraria y ganadera. La aparente paradoja se debe a los cambios climáticos inducidos por la deforestación. Un estudio muestra que, además de reducir la capacidad como sumidero de carbono de la Amazonia, en todos los escenarios posibles la tierra robada a los árboles dará menos soja y pastos para ganado. Solo una improbable reforestación podría aumentar las cosechas.

La Amazonia Legal es la unidad administrativa creada por el Gobierno de Brasil para los nueves estados del país que tienen todo o parte de su territorio en plena selva amazónica. Son unos 5 millones de km2, casi el 60% del territorio brasileño. Tamaña extensión cumple tres grandes servicios: regulación del clima mundial, ser su principal sumidero de carbono y, en el plano regional, su tierra y los usos que se hagan de ella son claves para el futuro de los brasileños. Ese es el reto de Brasil, su progreso depende en gran medida de la selva.

Para intentar descifrar ese futuro, investigadores de varias universidades de Brasil y Estados Unidos han construido un modelo con las interacciones entre clima y usos de la tierra. Con la vista puesta en el 2050, pusieron sobre la mesa tres escenarios: la deforestación se detiene, sigue pero regulada por las nuevas leyes ambientales brasileñas o, como quiere la agroindustria, la selva debe sucumbir para que el Brasil agrario y ganadero prospere. Para cada uno de los escenarios, realizaron modelos de productividad tanto del bosque primario como de los pastos y de la soja, en la presunción de que este cultivo seguirá siendo el principal del país dentro de 40 años. Su tesis tiene mucha lógica: a más hectáreas dedicadas al cultivo o pastizales, mayor producción agraria y ganadera. Pero la lógica humana no es la climática.

“Esperábamos ver algún tipo de compensación, pero para nuestra sorpresa, unos mayores niveles de deforestación pueden dar lugar a una situación sin salida donde la pérdida de servicios medioambientales provocados por aquélla no se vería compensada por un aumento de la producción agraria”, dice el profesor Leydimere Oliveira, de la Universidad Federal de la Pampa. Al contrario, en casi todas sus proyecciones, tanto la captura de carbono como los rendimientos agrícolas se reducirán a mediados de siglo, hagan lo que hagan.

Sólo en el caso de que se detenga el avance de la agricultura, la producción neta de los pastos y los cultivos de soja se podrán mantener, aunque con reducciones relativas. ”Parece que hay un límite a la expansión de la agricultura en la Amazonia. Por debajo de ese punto, tal expansión no tiene importantes consecuencias económicas. Más allá de ese límite, los feedbacks climáticos que hemos demostrado empiezan a provocar reducciones significativas de la producción agraria”, añade Oliveira.

Ese feedback climático se refiere al efecto que los cambios en el uso de la tierra tiene sobre la circulación atmosférica regional y, por tanto, en el clima local. “En pocas palabras, la deforestación reduce la evapotranspiración regional, lo que implica que haya menos agua en la atmósfera para precipitarse en forma de lluvia”, explica el profesor Marcos Costa, de la Universidad Federal de Viçosa y coautor del estudio, publicado en Environmental Research Letters.

Para llegar a la conclusión de que más es menos, los investigadores calcularon primero la productividad neta primaria tanto de selvas como de los cultivos de soja y los pastizales actuales. Hoy, la captura de carbono de la biomasa forestal de la Amazonia es de 91.500 millones de toneladas de carbono, con una media de 179 toneladas métricas (Tm) por hectárea. Mientras, la productividad media actual de los cultivos de soja es de 2,7  Tm por hectárea y año. En cuanto a los pastos, los casi 1,5 millones de km2 dedicados a pastizal rinden ahora 16,2 toneladas por hectárea.

En el periodo que va de 2041 a 2060, todos habrán perdido. Si sigue el freno a la deforestación, detectado por primera vez en 2004 y que vio como, en 2011 se deforestaba un récord de un 68% menos de los 19.600 km2 desaparecidos anualmente en la década precedente, la capacidad de la selva amazónica para capturar carbono se habrá reducido en un 39%. Es decir, el calentamiento de la zona, con picos de hasta 2,3º en el este de la Amazonia, ya no hay quien lo evite. Si no se corta un árbol más, el aumento de temperaturas y el trastocamiento del régimen de lluvias reducirán la producción de los pastos en un 7% y el de la soja en un 7,4%.

Pero si no se detiene la tala de árboles, estas previsiones se vuelven demasiado optimistas porque el cambio de uso de la tierra retroalimentaría el cambio en el clima regional, el feedback climático del que hablaban los investigadores. “Un granjero cortando árboles no causa un cambio considerable en el clima. Pero miles de granjeros cortando árboles modifican el clima del que dependen para producir carne y soja”, advierte Costa.

El Gobierno y la agroindustria apuestan por la deforestación
Y todo indica que se seguirá cercenando la selva. Envalentonado por el freno a la deforestación, el Gobierno de Brasil ha cambiado el Código Forestal, en buena medida para alimentar su Plan de Aceleración del Crecimiento, donde gran parte de las esperanzas las han depositado en el desarrollo de la agroindustria. Aún más agresivo es el sector privado que, sólo para 2020, quiere doblar la producción agropecuaria. Y para eso sobran árboles.

Pero con lo que no cuentan ni Gobierno ni empresas es con con las consecuencias que sus actos pueden tener en sus ambiciones. Según este estudio, en el escenario de una deforestación controlada, en 2050 la captura de carbono pasará de las 145 Tm x Ha a una horquilla que va de las 105 a las 112 Tm. Si lo que se impone es la liberalización que desea la industria, las cifras se reducen aún más, hasta las 64-74 Tm.

Y si no les importa el papel protector que ejerce la selva amazónica para todo el planeta, igual les importa el bolsillo. Aunque la extensión dedicada a nuevos cultivos de soja y pastizales, que en el escenario más extremo supondría añadir 2,1 millones más de km2 previamente deforestados sólo para pastos, la producción agraria no relativa sino total caerá en picado.

Así, en el escenario gubernamental, la productividad de los pastos pasará de las 16,3 Tm por hectárea y año a las 11,4 Tm. En el soñado por la agroindustria, caerá hasta las 10,8 Tm. La intensificación del cambio climático regional inducido por la deforestación hará que las grandes zonas ganaderas actuales de los estados norteños del Pará y Maranhao “sean inviables”, dice el estudio. En cuanto a la soja, de una reducción hasta las 2,5 Tm de semillas por hectárea que calculan para un escenario sin más deforestación, se podría pasar a producciones de 1,9 Tm si se sigue el camino labrado por el Gobierno o 1,8 Tm si se imponen las tesis de que Brasil sea la gran potencia mundial de la soja.

Si los cálculos de estos investigadores son acertados, sólo hay una alternativa: reforestar la selva amazónica. De hecho, es un escenario que mencionan en sus conclusiones para matizar sus resultados, pero tienen tan poca fe en él que ni lo han usado en sus simulaciones. Como dice Costa:  ”Como científicos, nuestro papel es dar argumentos científicos para detener la deforestación. Esperemos que las agencias gubernamentales los tengan en cuenta”.

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