Tras el abandono de la finca por parte de la criada, la familia concertó el matrimonio de su único hijo con una mujer de su misma clase social, de cuyo matrimonio sólo nació un hijo, actual y único heredero de unos bienes valorados en unos 15 millones de euros.

    El abogado de la demandante, Fernando Osuna, asegura que la historia de amor nunca se interrumpió, ya que el terrateniente siguió viendo a la criada a escondidas durante muchos años y mantuvo interés por su hija, aunque nunca llegó a reconocerla como tal debido tanto a su pronta muerte, acaecida en 1970 con 47 años, como a la presión familiar.

    A pesar de los innumerables intentos de la demandante para conseguir que su hermano le reconozca su legítimo derecho a poseer su correcta filiación, éste se ha negado a cualquier tipo de acercamiento y ha llegado a impedir la investigación de la paternidad al incinerar a su padre y a sus abuelos en 2008, asegura la demanda.

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