EFE.- «Las operaciones petroleras no están generando la sequía. Por supuesto que consumimos agua, pero de forma muy baja», dijo el presidente de la ACP, Alejandro Martínez Villegas, en un evento organizado con motivo de este desastre natural.

Martínez añadió que en el Casanare y, en concreto, en el municipio de Paz de Ariporo, el más afectado por la sequía, «el sector petrolero está consumiendo muy poca agua frente al consumo total» y «está utilizando muy poca extensión».

Al evento fueron invitados académicos y científicos que coincidieron en responsabilizar del problema a fenómenos de «índole climático», como la falta de lluvias, más que a actividades económicas concretas.

El estatal Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) señaló el lunes «cinco pecados» que, a su parecer, serían los causantes de la sequía.

Se trataría de la extensión de cultivos hacia la zona del páramo del Cocuy, la ganadería en exceso, la poca retención de agua del suelo, la actividad petrolera y la poca productividad de los suelos.

El director del grupo de meteorología de la Universidad Nacional de Colombia, Gerardo Montoya, explicó que el Casanare forma parte de una región con climas extremos, de inundaciones y sequías, que este año se ha agravado por la prolongación del verano.

Según datos proporcionados por Montoya, en marzo de 2014, el «mes que antecede a las lluvias», tan solo cayó un 4 % del promedio de precipitaciones del mes, y aseguró que esta es la principal causa de la sequía.

El académico aseveró que tras unos años de «exceso de lluvias» protagonizados por el fenómeno de La Niña (2010-2012), el 2013 fue un «periodo neutral» y se espera que a finales del actual 2014 se entre en «escasez» de precipitaciones por El Niño.

Según Montoya, la actual sequía «es solo un abrebocas si el fenómeno de El Niño se llega a dar». «Es mejor ir tomando medidas», advirtió.

Brigitte Baptiste, directora del prestigioso Instituto Humboldt, publicó el lunes un editorial en el que decía que el cambio climático «afectará duramente una región (la del Casanare) que está en alerta roja por su natural tendencia a los extremos pluviales».

«No dudo que el petróleo, la agroindustria, y los nuevos llaneros, al tiempo que han contribuido con la economía regional y nacional, vienen causando, en una acción sinérgica derivada de la escasa planificación, un gran desastre ambiental regional. Pero no hay que confundir peras con manzanas», agregó.

Martínez pidió dotar de argumentos el debate sobre el Casanare, en el que «hay un gran nivel de emotividad» y en el que las imágenes «generan un gran impacto pero no permiten entender».

Opinión parecida a la que expuso Baptiste en su editorial: «A partir de una imagen de chigüiros muertos en una pequeña localidad se gesta una revolución, en donde por partes iguales ciudadanos sensibles se aterran, periodistas amplifican y políticos hábiles pescan».

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