La aparición de sustancias contaminantes emergentes se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza, de momento, de difícil solución. Son los restos de los productos usados en la agricultura (pesticidas, fertilizantes…) y, en los últimos años, medicamentos, plásticos, componentes de artículos de cuidado personal o subproductos de la desinfección de aguas. “Residuos que escapan al control de las depuradoras convencionales y de los que se desconoce su impacto sobre la salud o sus límites tolerables”, advierte Damiá Barceló, director del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA) y subdirector Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La Comisión Europea prevé vigilar la presencia de fármacos
“No es solo que los fármacos no se lleven al punto limpio y se tiren por el retrete, es que los secreta nuestro organismo”, advierte Eva Hernández, responsable de aguas de WWF. Y cada vez son más, debido al incremento en la toma de medicamentos, en muchos casos de forma innecesaria. “De momento, se encuentran en pequeñas cantidades, es una señal de alarma y ya aparecen en los peces. Es necesario investigarlo y nosotros estamos en ello, buscamos 75 sustancias”, aclara Barceló. En 2006 se identificaron en el Ebro restos de 20 medicamentos, en 2009 le tocó el turno al Llobregat y el Anoia, cauces en los que aparecieron hasta 29 fármacos. Y ya se encuentran en la fauna. Un último estudio realizado por el ICRA en ríos en el Mediterráneo ha detectado en los peces antiinflamatorios como el diclofenaco (base del Voltarén), betabloqueantes (fármacos utilizados para controlar el ritmo cardiaco), drogas empleadas en tratamientos psiquiátricos como la carbomazepina, y el salbutamol, utilizado en procesos asmáticos. Otra investigación del mismo centro ha localizado vestigios de productos utilizados en tratamientos de quimioterapia en el agua de hospitales y depuradoras de Coimbra, Valencia, Girona y Toulouse, que son muy resistentes y tóxicos. “Algo que se podría solucionar tratando de forma correcta las aguas de estos centros”, añade Barceló.

A principios del año 2012 los medicamentos aparecieron por primera vez en la agenda de la Unión Europea, entre los 15 productos químicos que la Comisión propuso para añadir a los 33 contaminantes que ya se vigilan en las aguas superficiales. “Se deben controlar para garantizar que no plantean un riesgo ni para el medio ambiente ni para la salud humana”, declaró Janez Potocnik, comisario de Medio Ambiente. La propuesta continua en tramitación. “La Comisión propone y el Parlamento dispone, y ahí está la presión de los lobbies de la industria química que es muy fuerte”, ironiza Eva Hernández de WWF.

Para su organización, la prioridad en España es reducir la cantidad de agua que se utiliza, que sea más sostenible. Se basan en datos como que en los últimos 50 años se ha perdido al menos el 60% de superficie de los humedales, en la existencia de miles de pozos ilegales, en la sobreexplotación de 88 acuíferos o en la disminución del 3% del caudal de 187 cuencas fluviales de la península Ibérica respecto a la media anual de los últimos 60 años, según un estudio del CSIC. En este caso, se señala al cambio climático como culpable. La actividad más impactante es la agraria, que consume el 75% del total del agua, a pesar de que en la última década se han modernizado en España un tercio de los regadíos, con un ahorro de agua por parcela de entre el 20% y el 40%, según los datos de la Guía Nueva Cultura Agua. Lo que demuestra, como aboga Barceló, que con la tecnología actual, que también se podría aplicar a las depuradoras, muchos de los problemas, incluida la contaminación química, se podrían, al menos, paliar.

×