Eladio Aniorte Aparicio / presidente Jóvenes Agricultores ASAJA Alicante.

Estrenamos año y es hora de hacer balance del 2017. En lo que respecta al sector agrario, éste ha estado marcado por la ausencia de precipitaciones y, sobre todo, por el cierre del TRASVASE Tajo-Segura en el mes de mayo, cuando se realizó la última transferencia de agua de la cabecera del Tajo hacia el sureste español. A partir de entonces, empezó el calvario de los agricultores alicantinos, murcianos y almerienses y su presión provocó que empezase a sonar con más fuerza la necesidad de un Pacto Nacional del Agua. Así, a finales de primavera el Ministerio anunciaba a bombo y platillo que estaban en marcha las reuniones y mesas de negociación de representantes de las diferentes Comunidades Autónomas para llegar a un acuerdo.

Durante los meses de verano, los regantes todavía podíamos ir tirando con remanentes que quedaban en algunas balsas y pantanos y esperábamos que en otoño las precipitaciones dieran un respiro a nuestras tierras y, con algo de suerte, los niveles de la cabecera del Tajo se recuperaran y se reactivase el trasvase, aunque éramos plenamente conscientes de que la elevación del caudal mínimo trasvasable, que se aprobó con el Memorándum de Entendimiento, iba a actuar de losa para nuestro sistema. Y así ha sido. Para más inri, ni ha llovido aquí, ni en el resto del país. De hecho, el año hidrológico 2017 ha sido el 8º más seco desde 1981 en España, según datos aportados por el Ministerio de Agricultura. El mismo que sigue perdido en debates estériles sobre el famoso Pacto Nacional del Agua, que nadie sabe ni en qué punto se encuentra, ni si llegará a puerto algún día… porque empieza a oler a una excusa más para dejar que siga corriendo el mandato popular sin arreglar el déficit hídrico estructural que sufrimos.

En el último cuatrimestre del año, desde ASAJA hemos contabilizado la pérdida de más de 1.000 hectáreas de hortalizas en la comarca de la Vega Baja y el Baix Vinalopó, que afectan principalmente a cultivos de alcachofas, lechuga, brócoli… Asimismo, aún está por valorar la campaña de cítricos y los daños estructurales por los árboles que se pueden secar definitivamente. Además, estamos viendo como las grandes y medianas empresas exportadoras están empezando a cultivar en otras provincias con mayor disposición de agua, por lo que la fuga de empresas, inversiones y capital en nuestra provincia es inminente.

Es la desidia y la negligencia política de un recurso de primera necesidad lo nos ha llevado hasta aquí. No estamos así porque no haya agua en España, estamos así por la falta de planificación y acciones eficaces de los partidos mayoritarios que han gobernado en los últimos años, mientras en España sí llovía. Por ejemplo, en 2015, el río Ebro ganó en una semana de lluvias 314 hectómetros, tres veces más agua de lo que producen todas las desaladoras juntas en un año. Si ahí hubiésemos tenido las infraestructuras (TRASVASES) necesarias y una planificación correcta de recursos, ahora no estaríamos atrapados en las fauces del lobo.

Llegados a este punto, pedimos al PP que se pronuncie públicamente en el tema del agua y deje de vivir ajeno al drama de la sequía. ¿Apuestan por los trasvases o por la desalación? ¿Dónde ha quedado el enfado de los populares ante la derogación por parte de Zapatero del Plan Hidrológico? ¿Resulta que Tejerina ha hecho suya la cláusula Narbona, que apostaba por la desalinización para combatir la sequía, después de criticarla y vivir de ella durante diez años?

En este nuevo año nos gustaría que algún dirigente con responsabilidad asumiera el discurso del agua de forma clara y tajante, dejara de utilizarla como artillería electoral, olvidara la “guerra del agua” entre territorios y lo elevara a problema de Estado como la Sanidad, la Educación o la Independencia de Cataluña, porque lo es y nos va a explotar en las manos cuando abrir el grifo de casa se convierta en un lujo más que un acto reflejo. El agua es uno de esos problemas en los que se pone de manifiesto la crisis política y de valores que estamos viviendo, donde la política no sirve para avanzar en soluciones, sino que más bien estorba, alimenta la confrontación y limita el crecimiento de la economía porque rompe con actividades creadoras de riqueza y empleo.

Mientras tanto, el tiempo pasa y la vida sigue y, nosotros, los regantes, que no sabemos hacer otra cosa más que producir alimentos para poner las mesas y llenar las neveras de España y Europa, seguiremos intentándolo, por muchos palos que nos llevemos, hasta que nos queden fuerzas y solo céntimo en el bolsillo. Después del descalabro económico del final del 2017, toca empezar a pensar en el 2018 y en las plantaciones de primavera-verano y, de nuevo, nos vemos atrapados en el juego de la ruleta rusa del agua, que cada campaña deja atrás a más amigos, compañeros, agricultores, ganaderos, empresarios…. La pregunta es, ¿cuántos caerán este año?

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