EFE.- Así lo demuestran los trabajos del grupo de investigación Tropical Atlantic Variability Group (TROPA) de la Universidad Complutense de Madrid, dirigido por la doctora e investigadora Belén Rodríguez de Fonseca.

"La capacidad del océano para retener calor y liberarlo como energía es enorme: aire y agua están en permanente contacto y, a escala climática, los cambios atmosféricos dependen de la temperatura de la superficie marina en períodos que van desde años hasta decenios", explica a Efe esta experta.

TROPA, cuya investigación se desarrolla con financiación procedente de proyectos nacionales y europeos desde 2002 aunque adquirió su nombre y actual estructura seis años después, se ha especializado en estudiar la interacción entre el Pacífico y el Atlántico y su influencia sobre diversas áreas del mundo.

Uno de sus principales descubrimientos fue comprobar cómo en determinados decenios, al enfriarse de forma anómala el Atlántico tropical durante el verano austral, seis meses más tarde se producía el fenómeno de El Niño en el Pacífico mientras que, al calentarse, se generaba el de La Niña.

Los pescadores peruanos bautizaron este suceso como El Niño al observar que los cardúmenes desaparecían de sus zonas pesqueras coincidiendo con las fechas navideñas; la comprobación del fenómeno inverso condujo a la denominación de La Niña.

"Nuestro grupo ha constatado que la variabilidad en las temperaturas del Pacífico permite generar predicciones a escala estacional en todo el planeta y que las anomalías en la temperatura del Atlántico tropical pueden, a su vez, predecir las del Pacífico", confirma Rodríguez de Fonseca.

Estas conclusiones "abren un gran campo de aplicaciones" ya que "en este lado del Atlántico, la influencia de El Niño es mayor de lo que muchos imaginan", añade.

Así, "estudiamos cómo afecta a las precipitaciones y cultivos europeos, la expansión de la malaria en la zona del Sahel o los caladeros pesqueros de Mauritania-Senegal".

Uno de sus proyectos más importantes actualmente es el PREFACE, financiado por la UE y con sede central en Bergen (Noruega), donde participan una treintena de instituciones con un presupuesto de 9 millones de euros.

PREFACE desarrolla cuatro núcleos temáticos y trece grupos de trabajo, cuatro de ellos dirigidos por españoles: dos en TROPA junto a la profesora Elsa Mohino, otro desde el Instituto Catalán de Ciencias del Clima en Barcelona a cargo del doctor Francisco Doblas Reyes y uno más desde el Centro Europeo de Investigación y Formación Avanzada en Cálculo Científico en Toulouse (Francia) por la profesora Emilia Sánchez Gómez.

Pese al "gran nivel" de nuestros investigadores, Rodríguez de Fonseca afirma que la situación de la ciencia "tradicionalmente precaria, va a peor exponencialmente" en España ya que "se invierte mucho dinero en formar a científicos que luego no pueden investigar por los recortes presupuestarios y acaban marchándose o dedicándose a otra cosa".

La clase política, la industria y la sociedad "no están concienciadas de la importancia de la investigación", como a su juicio demuestra por ejemplo la actual dependencia de los científicos del Ministerio de Economía y Competitividad.

"Cualquier investigación debe pasar por el control del déficit, lo que no tiene sentido porque por la propia naturaleza de nuestras actividades es imposible predecir si algo nuevo tendrá éxito o será rentable de inmediato", razona.

La divulgación científica a través de los medios de comunicación y de programas educativos podrían ser, concluye, parte de la solución para paliar este problema.

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