EFE.- Eric Wolanski, uno de los autores de este estudio realizado por la Universidad James Cook, explicó que una vez que eclosionan las larvas no pueden nadar y son dispersadas por las corrientes oceánicas, por lo que solamente tienen la capacidad de nadar a sus hogares cuando les crece la espina dorsal.

«Ellas tienen un sentido del olfato muy desarrollado, como se ha demostrado en los experimentos, y nadan de forma horizontal usando las pistas olfativas para dirigirse a casa, es decir, al arrecife en donde fueron engendrados», indicó Wolanski.

El científico, quien realizó este estudio con su colega Mike Kingsford, acotó que, además, las larvas «también pueden oír y los experimentos demuestran que nadan hacia los sonidos vitales de sus arrecifes».

El investigador agregó que, con estos datos, se demostró a través de un modelo científico que un 20 por ciento de las larvas activas pueden retornar a sus puntos de origen, según un comunicado de la Universidad James Cook.

El estudio publicado en la revista científica Royal Society Interface revela que las larvas que han sido arrastradas demasiado lejos por las corrientes y no pueden retornar a su origen no mueren necesariamente porque siempre pueden nadar a un arrecife cercano que se encuentre a una distancia auditiva de uno o dos kilómetros.

«Lo que es importante también es que muchas larvas de peces terminan en arrecifes aledaños y reponen los stock de peces en áreas de pesca. Esto significa que las áreas marinas protegidas pueden ayudar a abastecer de nuevo los arrecifes en donde se pesca fuera de las áreas marinas protegidas», añadió.

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