EFE.- En la respuesta está trabajando desde hace dos años un grupo de investigación de la División de Contaminación Atmosférica del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), cuyo proyecto coordina el italiano Alberto Martilli, y en que trabaja también José Luis Santiago, quien colabora con la University of British Columbia (Canada) y el City College of New York.

El propósito esencial de la investigación es desarrollar una herramienta que permita una planificación urbanística «caso por caso», porque no es lo mismo una urbe como Sevilla que Madrid, explica el investigador en una entrevista con Efe.

Se trata de comprender mejor el impacto de la vegetación sobre la atmósfera urbana y, a tenor de los resultados, planificar urbanísticamente de un modo u otro.

«A escala pequeña (la vegetación) también puede ser un depósito para los contaminantes pero también puede entorpecer la dispersión de la contaminación, ya que modifica el viento o la turbulencia al nivel de la calle».

Además, razona Martilli, «es una fuente de algunos compuestos químicos como los compuestos orgánicos volátiles que pueden reaccionar después con la atmósfera químicamente y generar ozono».

Otro aspecto muy importante es el nivel de confort térmico que proporciona la flora: genera sombra, intercambia calor con la atmósfera, reduce la velocidad del viento y modifica el clima porque la vegetación contiene más humedad que las paredes, edificios etcétera.

En definitiva, se trata de una «fuente de humedad que reduce la temperatura. Todo esto tiene un impacto y el problema es cómo medir los distintos factores, algunos positivos y otros negativos».

Actualmente, el grupo coordinado por Martilli desarrolla herramientas y modelos numéricos para intentar cuantificar dichos impactos, «tanto a escala de la calle como a nivel de toda la ciudad».

Los modelos son luego contrastados con mediciones experimentales.

«Ahora estamos centrados en integrar todos los elementos. La idea es obtener después una herramienta que permita dar respuesta caso a caso (ciudad por ciudad), porque no podemos dar una solución universal, cada urbe es diferente y cada calle también».

La especie de los árboles también es relevante, ya que algunos absorben más emisiones contaminantes que otros (fundamentalmente CO2), así como la interacción del flujo de evaporación (algunos evaporan más y otros menos), concluye Martilli (Florencia, 1967), físico por la Universidad de Milán.

Este proyecto es financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad en el marco del Plan Nacional de Investigación.

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