Semejantes retos han hecho que numerosas instituciones internacionales, como las Naciones Unidas o la Unión Europea, contemplen en sus agendas políticas la adaptación al cambio climático. En el ámbito europeo, la UE aprobó en 2007 el Libro Verde y en 2009 el Libro Blanco que contiene tres documentos sectoriales, uno de ellos destinado a la agricultura. ç

    Además, desde hace años a nivel europeo se vienen haciendo previsiones de los efectos que tiene el cambio climático sobre la economía europea. Uno de los trabajos de referencia al respecto es el ”Proyecto Peseta” realizado por la Comisión Europea, que analiza las repercusiones económicas anuales del cambio climático en la agricultura europea y en otros sectores.

    El CO2, como principal gas de efecto invernadero, por encontrarse actualmente en exceso en la atmósfera, contribuye al cambio climático con independencia del lugar en el que se producen las emisiones.

    El cambio climático es una de las principales preocupaciones del consumidor europeo, en respuesta a esta demanda social, las grandes cadenas de supermercados están desarrollando campañas de comunicación y empezando a aplicar el concepto de huella de carbono a los alimentos.

     Para este loable esfuerzo de suministrar al consumidor información sobre el CO2 emitido para la fabricación de un producto, igual que desde hace tiempo se viene expresando información sobre las calorías que los alimentos aportan, parece más adecuado, en el caso de los productos agrícolas, el uso del concepto de balance de carbono, que permite visualizar el beneficio ambiental que la agricultura eco-eficiente aporta, al comportarse como sumidero neto de CO2.

    Por otra parte, instituciones y organizaciones de todo tipo contribuyen a concienciar al ciudadano sobre la necesidad de reducir las emisiones de las que este es responsable o bien compensar las que no pueden ser evitadas, apareciendo en escena un nuevo concepto el de "compensación", que permite neutralizar nuestras emisiones mediante esfuerzos realizados en captación de CO2 en cualquier otro lugar, justo lo que la agricultura eco-eficiente puede ofrecer.

    Por todas estas razones, la agricultura, sector estratégico básico que al tiempo que produce alimentos, retira CO2 de la atmosfera, se nos presenta como un instrumento idóneo para colaborar con el consumidor, las grandes cadenas de supermercados y el resto de partes interesadas en la mitigación del cambio climático, en este momento en que la inquietud del cambio climático está modificando los esquemas de funcionamiento del mercado.

    Esta colaboración, solo es posible desde las agriculturas eco-eficientes, es decir, aquellas que obtengan un balance positivo de carbono, fijando más CO2 del que emiten y comportándose como un sumidero neto de CO2.
Ahora bien, esta capacidad que posee la agricultura eco-eficiente de llegar a tener un balance positivo de carbono retirando CO2 de la atmosfera, utilizada aisladamente e individualmente por algunas empresas productoras, quedaría como un simple gesto de responsabilidad de escasa utilidad práctica.

    La fruticultura del futuro debe incluir como objetivo fundamental la mitigación del Cambio Climático. El logro de este objetivo debe implicar la mejora continua en la totalidad del sector para que el balance de carbono sea cada vez más positivo, es decir, cada vez los cultivos fijen más CO2 y sea necesario emitir menos para su producción y transporte hasta los centros de consumo.

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