Mientras celebramos el Día Mundial del Árbol, que se conmemora cada 31 de enero, la preocupación por el maldito tema del agua no se nos va de la cabeza. El desasosiego es doble. La posibilidad de que tengamos que pagar aún más por este recurso (imposible) y de que continúen reduciendo los aportes externos (inadmisible), amenaza el trabajo que desempeñamos miles de agricultores de Alicante, Almería y Murcia.
 
   Paradojas de la vida, estas noticias van llegando pese a la bestial crecida del río Ebro. Por el camino, se ha llevado diques de contención, muros, paredes y ha inundado casas y garajes. ¿Ningún problema más? Sí, por supuesto, miles de hectáreas de cultivo anegadas que, sorprendentemente, parecen haber pasado desapercibidas para algunos. Sin complejos, ni pudores, la valoración oficial ha sido que los daños han sido menores de los esperados. ¡¿Menores?!
   
   Es imposible comprender la congoja que conlleva haber realizado una inversión física, mental y temporal de 12 meses dedicados a roturar, podar, regar y abonar un campo para ver crecer un árbol o una planta y que el agua arrase con todo en un segundo. Los políticos podrían haber tenido en consideración las grandes pérdidas que las riadas han ocasionado a las economías familiares de las zonas rurales y aprobar algún plan trasvasista por las que vendrán.
  
   Estas crecidas o desavenencias no son puntuales, siempre se reiteran a lo largo del tiempo. ¡Qué incongruencia, qué crueldad, qué política más de negar la realidad y no arreglar nada siglos tras siglos! Y, mientras, escuchando las voces discordantes que auguran que si nos dan agua, el río se morirá. ¿Dónde quedan los criterios técnicos y objetivos que benefician al medioambiente y a la mayoría de la población? Deberían saber ya que las ideologías (rojas, azules, verdes o, como todas, grises) son la ruina de los pueblos. Los políticos deben aprender a ganarse el sueldo y dejar de ganar votos recurriendo a la educación de la discordia y la desunión de los españoles con ataques contra el Tajo-Segura o el Júcar-Vinalopó. Unos defienden a Marx y otros critican a Franco. ¡Si ya no les quedarán ni los huesos! ¿Ignoran que hoy sólo vale hablar de pesetas, alimentación y empleo?
   
   Permitir el traspaso de caudales (como lo llaman ahora) o levantar el trasvase del Ebro (hablando claro), no sólo crearía empleos, también generaría riqueza. En nuestro territorio y en Aragón, donde se podrían crear más infraestructuras de regadío y así repartir lo que se desperdicia en el mar. Que sí, que no me lo digan más veces. Una parte tiene que desembocar en el Mediterráneo, pero no todo lo que está llegando. ¡Podríamos criar más árboles, vestir la tierra! Que sí, también. Que en este momento hay necesidades más importantes que atender. ¿Acaso se está haciendo?
  
    Aparte de toda la palabrería que utilizan los políticos de hablar mucho, pero no hacer nada, y de utilizar distintos mensajes dependiendo del foro al que se dirijan, necesitamos soluciones. Urge que de una vez por todas aprueben los planes de cuenca y que, por supuesto, éstos sirvan para garantizar el agua que necesita el sudeste peninsular. Vivimos en una desgracia permanente. Todos los sectores destruyen empleo y nosotros podríamos crear muchísimos más puestos de trabajo si solucionaran estos problemas y los de los bajos precios en origen, pero no hay voluntad política.
  
    Muchos problemas, ninguna solución. Nosotros desde ASAJA y desde toda la agricultura mediterránea sólo pedimos que nos den lo que sobra, antes de que siga desperdiciándose o causando daños. Este hecho podría ayudar a miles y miles de personas de nuestra tierra que están especializados en generar los productos de mayor calidad. Somos la despensa de toda la Unión Europea, guste o no a políticos como la Merkel. En la exportación, tenemos una de las salidas para España, que dejen de empeñarse en fulminarla y den ya facilidades a los empresarios agrícolas (reducciones de impuestos y de los recibos de la luz, agua, etc.) y no sólo a los menores de 30 años. Tarde o temprano sucederá. ¿Cuándo? Sólo depende de lo que estemos dispuestos a seguir sufriendo.
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