Tras las imágenes de rigor de pueblos nevados, carreteras cortadas y el vecino de turno diciendo que nunca habían visto tanta nieve en su localidad, las fuertes nevadas lo que dejaron tras de sí fue una alarma social por la subida de los precios de las hortalizas. Y, como casi siempre suele suceder, la simplificación del mensaje apuntaban a los productores como los responsables de este incremento.

El sector no tardó nada en salir en su defensa, señalando no sólo que «no nos estamos forrando» con esta subida como que la bajada de la producción también era una ruina para ellos, pese a incrementar los precios por lo de la ley de la oferta y la demanda. Incluso dejaron claro que la distribución, pese  la crisis de precios, no bajaba su porcentaje a la hora de marcarlos de cara al consumidor. Pero, ya se sabe, siempre es mejor un titular llamativo y una compradora del mercado diciendo que no sabe qué hacer de comer porque no puede pagar esos precios por las hortalizas que una justificación de por qué sucede eso.

Pero resulta que lo pero estaba aún por llegar. Y cuando se han acallado las alarmas, resulta que los precios de las hortalizas en origen… bajan sorprendentemente, provocando la alarma no en el consumidor, sino en los propios productores que ven cómo de nuevo las tensiones las acaban pagando ellos.

Si pensamos mal, se podría decir que o bien alguien creó esa alarma artificialmente pensando en lo que iba  a hacer luego o, simplemente, ha sabido aprovecharse de la situación para seguir haciendo un gran negocio con el beneplácito de las autoridades, que miran pero callan.

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