El año que termina se ha caracterizado, principalmente, por la preocupación de todos por el desempleo. Como nos tienen acostumbrados, los políticos se han llenado la boca hablando de propuestas, entre las que ha brillado, principalmente, la del ‘autoempleo’. Paralelamente, 2013 ha sido un año en el que muchos jóvenes, el futuro de este país, se han incorporado al sector agrícola acatando (casi sin quererlo por la falta de oportunidades laborales) las orientaciones políticas. Por desgracia, están encontrando muchos problemas.

    Una de las principales trabas es la del agua. Sé que puede llegar a parecer cansino, pero el problema es muy grave. Los emprendedores que han apostado por este sector económico, tendrían muchas más esperanzas de tener un futuro ligado al campo si pudieran contar con caudales que cumplieran con unos mínimos y fueran asequibles. Dicho sea de paso que ahora muchos empresarios agrícolas no invierten en nuevas plantaciones porque desconocen con cuánta agua contarán y cuál será su precio. Desde las comunidades de regantes nos dicen que los recién creados bancos de agua abaratarán su coste. Permaneceremos alerta para verlo.

    El otro problema capital se encuentra en la falta de rentabilidad.  La estructura de mercado penaliza al productor. Hay 500.000 para vender y 5 para comprar, que además imponen sus condiciones en cuanto a los precios, plazos, devoluciones,… Todo. Esta lamentable realidad ha sido denunciada por el Parlamento Europeo y otras entidades supranacionales. El ministro Arias Cañete ha sido el primero en aprobar una ley para devolver el poder de negociación a los agricultores. Ya somos conscientes de que el mercado de la agroalimentación no es libre, sino que está pervertido como el de la electricidad. ¿Para cuándo entonces más acciones encaminadas a limitar el poder de los magnates que ‘estrujan’ al resto?

   No hay otro camino. Para potenciar la agricultura y la ganadería es necesario impedir lo que sólo ocurre en este sector: que el precio de los productos se ponga al final de la cadena. En Alemania, desde un ordenador, se decide lo que valen los limones de la finca del tío José de Orihuela. De nada le vale que sus costes de producción superen con creces el precio que quieren darle. 

    Hay más problemas, como los financieros. Dicho sea de paso que tanto los bancos, como determinadas consultoras, aseguradoras,… no han perdido ni un solo minuto de 2013 para intentar hincar el diente en el sector agrario, pese a que durante años permaneciera para ellos en el olvido más absoluto. Ahora, un favor muy flaco les están haciendo. Pese a los millones que han recibido, las entidades crediticias  siguen sin hacer lo que deben: conceder préstamos con condiciones asumibles. Es indecente que con el Euribor al 0,5, fijen los tipos de interés al 7 y 8%.

   Hay muchas más desavenencias que también tienen por solución la acción legislativa y no la inyección de dinero. Por ejemplo, son muchos los agricultores que no están cobrando por la venta de sus cosechas. La morosidad es un problema y el que emite un cheque o un pagaré sin fondos debe ser sancionado contundentemente para que esta práctica no siga extendiéndose contra la buena gente. 

   Por último, no lo menos importante. Es inviable que un empresario para poner en marcha su negocio tenga que esperar hasta tres años para obtener un permiso. Inconcebible que para gestionar su apertura, tenga que ir mareado de unas dependencias a otras, que ni siquiera se coordinan entre sí. Un caos y ello sin entrar a valorar a algún funcionario que opta por el “no” porque le hace sentir importante o le genera menos trabajo. 

   Los fondos del primer pilar de la Política Agraria Comunitaria irán destinados en un 65% a la instalación de jóvenes agricultores, pero mucho tiene que cambiar todo para que este hecho sea posible. A nadie se le pasa la importancia de la agricultura por suministrar alimentos, pero son muchos los sectores que utilizan sus productos como imputs (fabricación de metales, restauración, transporte,…). De hecho, hay estudios que indican que por cada euro que se genera en el sector agrario, se crean 3,2€ en otros sectores. Urge un reconocimiento expreso de la importancia que posee para mantener los paisajes, la tradición, fijar poblaciones y potenciar el crecimiento económico. Por ejemplo, se sabe que los municipios que tengan una importante base agrícola, tienen más posibilidades de lograr el pleno empleo. Más trabajo es lo que muchos pedimos para el año que se avecina. Mientras llega, le deseo Feliz Navidad. Desde el campo, seguiremos pidiendo para que en 2014 haya soluciones, como esa ansiada agua más barata.

×