La Avena Loca es un tipo de mala hierba gramínea y uno de los grandes enemigos de ciertos cereales como la cebada, el centeno o el trigo. Compite con estos cultivos sustrayéndoles agua, luz y nutrientes y su densidad puede duplicarse en tan sólo un año, por lo que genera pérdidas en la producción que en ocasiones pueden alcanzar hasta el 40%. El grupo de investigación AGR124, compuesto por miembros del Departamento de Ingeniería Gráfica y Geomática de la Universidad de Córdoba y del Instituto de Agricultura Sostenible del CISC, ha realizado un estudio en el que predice el crecimiento de esta mala hierba en cultivos de trigo con el objetivo de optimizar el uso de herbicidas.

El sistema se basa la denominada agricultura de precisión, un concepto surgido a raíz de nuevas tecnologías como sensores, drones o navegadores GPS y cuya filosofía se basa en observar y gestionar cultivos para aplicar sólo los recursos necesarios y en el momento adecuado, evitando sobrecostes y daños medioambientales innecesarios. Concretamente, la investigación emplea imágenes satélite multiespectrales de muy alta resolución espacial, capaz de obtener datos con detalle espacial en regiones del espectro electromagnético diferentes al rango de luz visible, por lo que puede obtener información que para el ojo humano es imposible percibir.

«podemos predecir qué va a ocurrir con la avena loca y plantear tratamientos localizados que se expandan un poco de la zona»

De la mano de esta tecnología, el grupo ha analizado cuatro parcelas de trigo diferentes durante dos campañas. Tras comprobar que se había producido un incremento de las malas hierbas, según subraya la investigadora principal del estudio, Isabel Castillejo, se corroboró que crecían de forma agrupada en rodales, lo cual las señala como buenas candidatas para usar tratamientos herbicidas localizados, en lugar de aplicarlos de forma generalizada por toda la parcela.

Posteriormente, se comprobó que la nueva avena loca que había germinado se situaba cerca y dependía de aquella que ya había crecido en el primer año de cultivo. «Si las nuevas se encuentran cerca de las antiguas, podemos predecir qué va a ocurrir y plantear tratamientos localizados que se expandan un poco de la zona en la que actualmente se encuentran las malas hierbas», destaca la investigadora Isabel Castillejo.

La clave está en aplicar herbicidas de forma selectiva en porciones del terreno en los que, aunque no se vea la mala hierba, hay altas posibilidades de que aparezca en el futuro debido al banco de semillas quehan dejado las anteriores. Normalmente, este tipo de tratamientos fitosanitarios se utilizaban de forma indiscriminada en toda la parcela, la cual se concebía como un elemento continuo en la que se trataba todo por igual. Ahora, teniendo en cuenta los datos arrojados por la investigación, podría reducirse el uso de herbicidas, con el consecuente beneficio para el medio ambiente que ello conlleva.

En alguno de los casos estudiados por el grupo saldría ligeramente más caro utilizar este tipo de sistemas, ya que el uso de maquinaria adaptada y el procesado de toda la información actualmente incrementan el coste respecto a los sistemas tradicionales. No obstante, la investigadora Isabel Castillejo no duda de que el avance de la agricultura de precisiónes imparable. «Hay mucha transferencia de la investigación al mundo agrario y ya hay normativas que la están fomentando, por lo que con el tiempo esta tecnología será más barata y se impondrá».

Assessment of the Persistence of Avenasterilis L. Patches in Wheat Fields for Site-Specific Sustainable Management. Agronomy 2019, 9(1), 30; https://doi.org/10.3390/agronomy9010030

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