Si algo dejó claro la crisis económica en este país es que el sector agrario y ganadero fue uno de los que mejor supo capear el temporal, además de un soporte para las cuentas del Gobierno. Por eso, la banca española puso enseguida sus ojos en un sector olvidado en muchos aspectos y en manos mayoritariamente de las Cajas Rurales y comenzó a crear lo que se denominaban bancos agrícolas.

En realidad lo que tenían de especial era el nombre, tipo Agrobank, y una decoración especial en muchas sucursales, con un plotter con sus campos de trigo, sus tractores y, por supuesto, sus apuestos agricultores mirando a un horizonte soleado, porque las sucursales no dejaban de ser la de los bancos tradicionales de toda la vida.

Este modelo de banco agrícola se lanzó a la búsqueda de clientes perceptores de las ayudas de la PAC, de fondos europeos y de cosechas con salida a todo el mundo… y poco más. Alguna subvención, acuerdos con organizaciones de productores o agrarias para ‘ayudar’ a sus asociados, algún regalo ‘agrario’ por domiciliar las ayudas,…

Nunca han sido realmente el banco del campo. Y un buen ejemplo es que en Francia el Crédit Agricol acaba de poner a disposición el sector un sobre con 5.000 millones de euros para que sus clientes agricultores en dificultades puedan pedir préstamos de tesorería o de capital circulante a una tasa máxima del 1,5%.

Y eso sí parece que es la esencia de lo que deberían ser los bancos agrícolas. Lo de aquí, dicho sea popularmente, suena más a timo.

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