EFE.- Según ha explicado a EFE Paul Christou, investigador en mejora genética de la UdL y uno de los autores del estudio ‘Paradoxical European Union agricultural policies on genetically engineered crops’, este aumento de la competitividad sería posible si se permitiera el cultivo de plantas como el maíz, la soja o el algodón modificados genéticamente para ser más resistentes a los insectos y tolerantes a los herbicidas.

Christou concreta en este sentido que actualmente la UE solo permite el cultivo de una variedad de maíz y una de patata modificados genéticamente, mientras que prohíbe el cultivo de otras 26 variedades de maíz, ocho de algodón, tres de soja, tres de colza y uno de remolacha.

Se trata de cultivos que no se pueden cultivar en la UE pero cuya importación, sin embargo, sí que está autorizada, tanto para alimentación animal como para fabricar alimentos para el hombre. El estudio, que ha sido publicado en la revista Trends in Plant Science, pone en evidencia esta contradicción.

"Que se prohíba su cultivo, pero no su importación es solo una cuestión política. Con la prohibición se contentan las demandas de los grupos pseudoecologistas, pero con la importación se permite que Europa tenga suficiente grano y proteína para poder hacer todo el pienso que se necesita para la alimentación animal. Si no se permitiera la importación de estos productos, el precio de los piensos se dispararía, afectando a toda la cadena", explica.

Actualmente en la UE entre el 80 y el 90% de la soja y el maíz que se importan para la alimentación animal son transgénicos y que el 60% de las lecitinas que se usan para comidas procesadas para el consumo humano provienen de soja transgénica. También la mayoría de los aditivos, vitaminas y encimas de la comida procesada provienen de levaduras o bacterias transgénicas, según Christou.

En todo caso, el científico recuerda que tras 15 años de cultivo y consumo de transgénicos no se ha detectado ningún problema de salud. Además, hay múltiples estudios que dejan claro que las plantas modificadas genéticamente y los productos que se extraen de ellas no presentan ningún riesgo por la salud humana o el medio ambiente.

Por todo ello, el estudio considera que sería positivo para la UE que permitiera el cultivo de este tipo de plantas, ya que no podrá lograr los objetivos marcados por su política agraria sin su introducción.

En la misma línea, el estudio destaca que la UE prohíbe muchos fitosanitarios y plaguicidas y a la vez permite la importación de productos alimenticios tratados con esos productos; o que ha creado la PAC para favorecer al pequeño y medio agricultor y mientras por otro lado con sus políticas favorece a los grandes terratenientes.

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