Todos esos factores, subrayan los autores del trabajo, pueden medirse, lo que proporciona un primer resultado: las dietas basadas en productos animales son más intensivas en consumo de tierra y energía que aquellas otras en las que priman los vegetales.

    Sin embargo, cada vez más países donde la dieta mediterránea fue durante años la base de su alimentación están cambiando sus patrones de consumo, debido a la extensión de la dieta llamada occidental, cuyo principal referente es EEUU, y a la globalización de modelos de comportamiento, reconocen los responsables de este artículo.

    Su trabajo toma como referencia la dieta media de los españoles para analizar cuál sería el impacto sobre el medio ambiente de estas dos alternativas: que recuperaran la dieta mediterránea tradicional o que adoptaran el modelo alimentario que predomina en Norteamérica.

    Su conclusión es que, si el consumo alimenticio de España volviera a los patrones de la dieta mediterránea, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72%, el uso de tierras agrícolas se reduciría un 58 %, el consumo de energía disminuiría un 52% y el de agua un 33%.

    En cambio, si los españoles copiaran los hábitos de consumo alimentario de EEUU, todos los factores de impacto ambiental analizados crecerían entre un 12 % y un 72%.

Los alimentos con más consumo de energía son los lácteos y la carne


     El estudio concluye, asimismo, que los alimentos que más consumo de energía implican son los lácteos y la carne, en la dieta estadounidense; el pescado, en la española actual; y los vegetales, en la mediterránea.

    En el caso del agua, los mayores consumidores de este recurso dentro de la producción de alimentos son, de nuevo, los lácteos, seguido de los aceites vegetales y la carne.

    En cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero, el primer lugar lo ocupa la carne, muy por delante de los lácteos y del pescado. De hecho, este grupo de investigadores sostiene que la dieta estadounidense produce seis veces más gases de efecto invernadero que la mediterránea y el doble que la vigente a día de hoy en España.

    Los autores apuntan que, aunque los consumidores son cada vez más sensibles respecto al medio ambiente y la salud, suelen tener gran resistencia a cambiar los alimentos que eligen, porque las tradiciones culinarias "no son fáciles de modificar".

    Por ello, consideran que, para que se produzca un cambio significativo en esta materia en un país como España, no solo se requiere cambiar los hábitos de los consumidores, sino también algunas prácticas de la industria alimentaria y determinadas políticas agrícolas y de comercio.

    Sin embargo, recuerdan que España es "uno de los mayores productores y exportadores de los productos típicamente mediterráneos, así que tendría sentido mantener un modelo de producción agrícola propio de la dieta mediterránea".

    Los autores de este trabajo son el catedrático de Nutrición de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Lluis Serra Najem y los investigadores Sara Sáez Almendros (Universitat Oberta), Biel Obrador (Universidad de Barcelona) y Anna Bach-Faig (Fundación Dieta Mediterránea).

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