Era un secreto a voces y se ha podido confirmar. Las sospechas y la preocupación por par­­­­­te de los agricultores de mandarinas españolas por la falta de compras en el campo responde a una estrategia calculada de la gran distribución europea que se ha decantado por la oferta de mandarinas tar­días del hemisferio sur en lugar de por las satsumas y clementinas pre­co­­ces es­pa­ñolas, fun­­­damentalmente valencianas, según denuncia LA UNIÓ de Llauradors.

En este sentido, una campaña más, queda demostrado que la firma del acuerdo UE-Sudáfrica perjudica a los citricultores valencianos porque en otros hemisferios ha propiciado la apuesta por variedades tardías que ahora venden en Europa y que tanto daño hacen a los productores comunitarios. Además, no se contemplan ayudas de mercado ni se ha hecho un estudio de impacto económico ni se ha avanzado en protocolos de exportación más exigentes en esos países como el cold treatment-tratamiento en frío para garantizar que no se introduzcan plagas. LA UNIÓ volvió a denunciar en septiembre que la suspensión voluntaria de las exportaciones sudafricanas de naranjas Valencia Late era una mera operación de maquillaje y desviar la atención para poder entrar otras variedades, como es el caso de ahora. Detrás de toda esta estrategia puede estar supuestamente el lobby citrícola sudafricano y sus posibles contactos con la distribución europea.

La situación es más o menos generalizada en los supermercados europeos, no así en las españoles, que han mantenido la política de suministro habitual

LA UNIÓ denuncia además el engaño que supone para el consumidor ofr­e­­­­­­cer de forma masiva unos cítricos que, probablemente, se recolectaron hace ya unos dos me­ses en zonas si­tua­­das, en el me­jor de los casos, a unos 8.000 kilómetros de distancia, que sufrieron un largo trayecto en las cámaras de los bu­ques y que fueron tra­ta­das para ampliar su vida co­mer­cial sin que, pro­ba­­blemente, el consumidor europeo sea cons­­ciente de ello.

“Desde hace décadas que por estas fechas se em­­­piezan a comercializar en Centroeuropa las pri­­meras mandarinas es­pañolas, los británicos aprecian de for­ma singular nuestras satsumas, están habituados a la fruta de tem­­po­rada y ahora les tratan de colar man­­­­darinas traí­das de la otra parte del mundo, que pueden traer pla­­gas a nues­tra ci­tri­cul­tura y cuya ca­li­dad y frescura se ve  afec­tada por el largo tra­yec­to desde sus zo­nas de ori­gen”, explica el responsable de la sectorial de cí­tricos de LA UNIÓ, Car­­les Peris.

LA UNIÓ ha podido contrastar que esta situación es más o menos generalizada en los lineales de las prin­cipales en­señas de supermercados europeos, no así en las españolas, que han mantenido la política de suministro habitual y esperado a la producción fresca valenciana, que pronto dominará sus lineales. La situación en el resto de la UE se ha visto propiciada por el retraso de en torno a dos semanas en la maduración y la coloración de la fruta con el que ha arrancado la campaña citrícola valenciana este año y se ha visto alimentada también por la falta de de­man­da derivada de las altas temperaturas aún reinantes en el continente, que siempre desincentivan el consumo.

Estos hechos han sido aprovechados por los exportadores de Su­dá­fri­ca, Argentina o Chile para estirar su campaña en con­­traes­tación y dar salida a la cre­­ciente producción de mandarinas Nadorcott, Tango u Orri y otras no protegidas, co­mo la Ortanique, cuyas áreas de producción se han multiplicado exponencialmente en los últimos años. “Se­gu­ra­mente venían preparando este desembarco desde hace años, pero ha sido éste cuando, aprovechando este retraso, han dado el paso en Europa”, señala Peris.

Según el estudio realizado por LA UNIÓ, el solapamiento de las producciones está afec­tando a la comercialización a las variedades extratempranas con mayores costes de producción, como Cle­menrubí, Oronules o incluso ‘de autor’ co­mo Clemensoon, que habían despertado un gran interés en­tre los citricultores en los últimos tiempos. Se trata de cítricos que requieren muchas veces ‘clareos’, cui­dados para prevenir la mosca, que suponen la contratación de más jornales pero que tienen menores ren­di­mien­­tos por hectárea que otras que entran en producción más tarde y que, por ello también, tienen ma­yores precios en origen.

“La gran distribución simplifica su oferta en­tre dos tipos básicamente, los cítricos de ga­ma alta o ‘premium’ y los de gama más baja, con precios más ase­qui­bles al consumidor. La primera ha sido copada por las mandarinas tardías foráneas en detrimento de las cle­men­tinas precoces españolas y la se­gunda categoría sigue alimentándose de las variedades locales con menores cos­tes, como la Marisol o la Arrufatina o algunas Satsumas, para las que sí se cierran operaciones porque tienen de­manda”, aclara el re­presentante de LA UNIÓ. “Segu­ra­mente la comercialización mejoraría si al con­su­midor no se le diera una oferta tan limitada y se incluyera una tercera opción”, valora Peris.

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