Diana García es una joven de 26 años que gestiona con su padre la Ganadería García Méndez en Cebreros (Ávila), un trabajo que le ha permitido demostrar que las mujeres rurales no son «paletas de pueblo que visten mal», como muchos hombres todavía creen que son las féminas que se dedican a la ganadería.

Pese a contar con una explotación de 750 animales, 550 de ellas madres, esta joven ganadera asegura que el trabajo no le impide tener vida social, pero echa de menos poder compartir esta experiencia con otras mujeres, como cuenta en una entrevista a Efe con motivo de su participación en la reciente Feria Internacional de Producción Animal (Figan) que se ha celebrado esta semana en Zaragoza.

P.- ¿Cuál es el motivo de su presencia en la Feria?

R.- Soy ganadera de la raza caprina Florida y esta feria es una feria internacional y ahora mismo somos los únicos exportadores de caprino de nuestra raza.

P.- ¿Por qué se caracteriza esta raza?

R.- Es una raza muy rústica, que se adapta muy bien al medio, tanto al frío como al calor, y es muy lechera. Era una raza en peligro de extinción y ahora se está expandiendo por todo el territorio nacional por su gran productividad, también en Portugal y ahora por Francia e Italia.

P.- ¿En qué consiste su trabajo?

R.- Yo todos los días estoy en la explotación, de lunes a domingo. Suelo estar en la sala de ordeño y me encargo también de la cría, de dar los biberones, de vacunar y pongo en práctica los protocolos de inseminación, aunque no soy veterinaria, pero esto es como una formación profesional.

P.- ¿De dónde le surge la vocación?

R.- Mi familia no había llevado animales nunca. Tenía campo. Yo estudiaba de Asesora de Imagen y Protocolo. Hice administración de empresas y cuando la empresa de mi padre y sus hermanos se diversificó e incorporó cabras, empecé a tener un contacto directo. Me di cuenta de que el sector no es lo que todo el mundo piensa. Ya no somos cabreros, también somos ganaderos. Y cuando mi padre se separó de sus hermanos decidimos crear nuestra empresa.

P.- ¿Ha tenido que estudiar algo específico una vez metida en el mundo ganadero?

R.- Sí. Cuando entré hice el curso de incorporación al sector agrario de la Junta de Castilla y León durante dos trimestres. Es obligatorio para solicitar ayudas. Y ahora por mi cuenta he estudiado auxiliar veterinario porque me gusta mucho y me estoy especializando en reproducción de pequeños rumiantes, en inseminaciones, sexados y en extracción de embriones, para poderlo hacer en mi explotación.

P.- ¿Cómo mujer, por el hecho de ser mujer, a qué trabas se ha enfrentado, si es que las ha habido?

R.- En mi puesto de trabajo ninguna. Mi padre y yo siempre hemos tenido las mismas responsabilidades. Trabajamos igual pero a la hora de salir fuera siempre he oído la frase: es que tú vas a ayudar a tu padre, pero mi padre siempre ha salido en mi defensa diciendo que es él quien me ayuda. Quien está trabajando y lleva la gestión diaria soy yo, pero sí que me he visto cuestionada en ese sentido, como cuando me achacan que hago trabajo de oficina porque voy bien vestida. Que yo me vista bien cuando no estoy en el campo no significa que no esté trabajando con los animales. No entiendo por qué hay esa visión de que la mujer rural tiene que ser paleta de pueblo y vestir mal. No entiendo que siga habiendo esa opinión en pleno siglo XXI.

Machismo: «En el sector profesional como las asociaciones de ganado o en el programa de mejora, no. Es súper equitativo»


P.- ¿Siente machismo?

R.- Depende del ámbito. En el sector profesional como las asociaciones de ganado o en el programa de mejora, no. Es súper equitativo. Hay muchas mujeres trabajando, veterinarias, especialistas, de todo. Pero en el sector caprino en general, los cabreros de toda la vida, ahí sí. Hay una educación más arcaica y te encasillan.

P.- ¿Animaría a las mujeres a esta profesión?

R.- Yo sí. A día de hoy lo que falta es verlo como una empresa, que tiene que ser rentable, de la que tú puedas comer, y tener una calidad de vida. Nosotros somos cuatro personas para poder tener días libres y vacaciones. Yo tengo un horario, a veces tengo que estar horas de más pero otras veces acabo antes. Tengo mis clases de pilates, mi vida social, mis amigos y lo puedo compaginar perfectamente. El sector primario es el gran desconocido. Nadie sabe que esto funciona así ni las opciones que hay. No se puede cuidar algo que no se conoce. Por eso, cuando hemos contratado a otra persona siempre ha sido mujer. A mí me apetece que quien esté conmigo aquí sea una mujer y darle visibilidad a este trabajo.

P.- ¿Está diciendo que no hay problemas para compatibilizar la vida laboral y familiar?

R.- Para nada, no es tan sacrificado. Antes lo era, ahora ya no. Es una empresa como cualquier otra.

P.- ¿Se considera una emprendedora que puede abrir camino?

R.- No me lo he planteado. Pero me gustaría tener más compañeras con las que poder compartir este tipo de experiencias. En cien kilómetros a la redonda no conozco a nadie que lo haga ni que se meta. Es difícil, pero por desconocimiento.

P.- ¿Es verdad que la ganadería ayuda a fijar población?

R.- Sí. Yo vivía en Ávila y me volví al pueblo. Tengo mi piso, mi sueldo, mi vida. Estoy a 45 minutos de Madrid y a 30 de Ávila. No voy al teatro o al cine todos los días pero los fines de semana, cuando quiero, voy y no tardo nada.

P.- Como joven ganadera. ¿Cómo ve el futuro, se necesitan más ayudas?

R.- Si, pero ayudas selectivas, no vale dar dinero para nada. A veces llego a pensar que no es cuestión de ayuda. Si pusiésemos un precio que no estuviese por debajo del coste de producción necesitaríamos menos ayudas o que sea la industria la que afronte la diferencia de coste y que sea ella la que reciba las ayudas.

(Texto: M. Rosa Lorca / Efeagro)

×