Una cosa es la diplomacia y otra el servilismo. O por lo menos, el miedo a no mostrar que se es servil. Y es que la ministra de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, ha recibido este miércoles 7, en la sede del Ministerio, al Embajador de Estados Unidos, Sr. Duke Buchan III, y a la Agregada para Asuntos de Agricultura, Rachel Bickford. Prácticamente el mismo día en la que los llamados ‘hombres de negro’ estadounidenses aterrizaban en Sevilla para ver cómo logran justificar el incremento de los aranceles a la aceituna negra española.

La visita del embajador, según la nota oficial del Ministerio, «se enmarca en las relaciones cordiales y constructivas con la administración estadounidense en los temas de competencia del Ministerio». Cordiales nadie lo duda porque lo cortés no quita lo valiente. Constructivas parece más complicado.

Nadie duda del gesto de diplomacia de la ministra de reunirse con el embajador en pleno pulso de aranceles entre ambos países, pero sí crea más dudas que se venda de esta forma. Se puede ser cordial pero a la vez duro. Y España, o por lo menos el sector de la aceituna, necesita que se muestre dureza ante los nuevos aranceles de EEUU.

Las sonrisas, la fotito de rigor y el ‘no se enfadará usted si le digo que…’ está muy bien para momentos de entendimiento político y comercial. Pero en estos momentos de discrepancias, de fuertes discrepancias, que ponen en juego gran parte del futuro de todo un sector como el de la aceituna de mesa, no valen las sonrisas y sí más el ‘espero que usted se enfade cuando le diga…’.

Si el Ministerio no vende ahora una postura clara de enfado por la actitud del Gobierno de Trump contra la aceituna, luego, cuando se pase el incremento de aranceles a otros productos o cultivos, como el vino o el aceite, que no se quejen falsamente. Las postura se muestran al principio, no cuando ya se es tarde.

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