El criterio utilizado para fijar la prohibición se inspira en el establecido por Public Health England (Salud Pública de Inglaterra), una agencia dependiente del Gobierno británico que puntúa los alimentos en función del equilibrio existente entre los nutrientes beneficiosos para la salud, como las frutas, verduras, proteínas y fibra, y aquellos cuyo aporte a la dieta infantil aspira a reducir, como los azúcares, las grasas saturadas o la sal, según recoge Rafa de Miguel en elpais.com. Al final, es algo tan poco matizable como el índice calórico de cada alimento -y el aceite de oliva lo tiene en un grado elevado- el que establece la escala.
«No tenemos intención de prohibir anuncios de productos que no contribuyan a la obesidad infantil. Las empresas podrán pedir una excepción si demuestran que su producto no agrava ese problema. Por ejemplo, si se trata de un producto que no sea consumido de modo habitual por los niños. Atenderemos con atención solicitudes de ese tipo», ha explicado un portavoz del Ayuntamiento de Londres ante las quejas que ha empezado a recibir el ayuntamiento.

Por su parte, el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Zaragoza Jesús de la Osada, que ha publicado varios estudios científicos sobre las propiedades saludables de esta sustancia. «Por más estudios que se realicen -dice- no entienden que el problema no es la cantidad de grasa en la dieta, sino el tipo de grasa. No sé si por obcecación o por intereses comerciales, pero no han superado la idea de que no todas las grasas son iguales». Y el aceite de oliva, que no es más que zumo de aceituna, ha probado sus beneficios, como base esencial de la dieta mediterránea, para prevenir el deterioro cognitivo, prevenir las enfermedades cardiovasculares o fortalecer el sistema inmunológico, entre otros muchos efectos positivos. En España ya se produjo un caso similar con el etiquetado nutricional Nutriscore, que impulsa el Ministerio de Sanidad, que lo situaba en rojo por su alto valor calórico.

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