La empresa micológica ID Forest ha encontrado una bacteria que asociada a una jara y al boletus edulis favorece la fructificación de esta seta comestible, de las más valiosas del mercado, demostrando que hay un método sencillo para su cultivo controlado y lograr producciones superiores a las naturales.

“Somos los que más cerca estamos de conseguirlo en todo el mundo”, ha asegurado a EFE Jaime Olaizola, responsable del laboratorio micológico ID Forest que está situado en Palencia y lleva más de 11 años investigando, en colaboración con la Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid, cómo “domesticar” esta seta para poder cultivarla de forma controlada.

Un reto complicado, según el investigador, porque el boletus es un hongo micorrícico que crece asociado a una planta y por tanto “no puede cultivarse como los champiñones”.

Boletus: un hongo cultivable que se pueden controlar en el laboratorio todas las fases de su fructificación

Sin embargo, con sus investigaciones y ensayos ID Forest ha demostrado que el boletus puede ser un hongo cultivable, igual que la trufa, y que se pueden controlar en el laboratorio todas las fases de su fructificación, para conseguir en el campo producciones muy superiores a las que se dan en la naturaleza.

Lo primero fue encontrar la planta adecuada para producirlos y después “había que imitar en el laboratorio lo que sucede en la naturaleza”, ha explicado Olaizola.

La planta elegida ha sido la jara pringosa, un arbusto que se ha revelado como gran productor de boletus edulis porque los produce cuando solo tienen cuatro o cinco años, sin necesidad de esperar los 20 o 40 años que son necesarios para que el boletus fructifique en un roble, un pino o una encina.

Sin embargo, las primeras plantaciones experimentales realizadas en Zamora y León, donde se cultivaron jaras ya micorrizadas con micelio puro de boletus en el laboratorio, no resultaron como se esperaba.

“Y cuando parecía que estaba todo perdido, decidimos investigar más para saber qué había pasado”, ha relatado Olaizola.

Observando lo que ocurría en la naturaleza, descubrieron que era necesario un tercer elemento, las bacterias, para que se produjera la simbiosis micorrícica entre boletus y jara, y se propusieron entonces descubrir cual era la bacteria concreta que “ayudaba” al boletus.

Los primeros ensayos han plantado en el campo con la confianza de que fructifiquen en los próximos cuatro años

Después de muchos ensayos en el laboratorio y de probar con muchas bacterias, se descubrió que hay una muy común, la ‘Pseudomonas fluorescens’, que ayuda en este proceso hasta el punto de que, según ha asegurado Olaizola, “su uso duplica el nivel de micorrización“.

Una vez encontrada la bacteria idónea se ha seleccionado su mejor cepa y junto al micelio de boletus se han micorrizado jaras que posteriormente se han plantado en el campo con la confianza de que fructifiquen en los próximos cuatro años.

“Un plazo que en micología no es nada y menos si hablamos de boletus, que tardan mucho en salir”, ha señalado el investigador, quien ha destacado la importancia de este descubrimiento porque “es la primera vez que se aplican bacterias en el campo de los boletus”.

Importancia que corrobora la mejor revista científica a nivel internacional del sector, Micorrizas, que ha publicado este descubrimiento y demuestra, según Olaizola, “que es muy posible” que consigan “fructificación de boletus, porque cada vez estamos más cerca”.

Además del respaldo internacional que supone, ha subrayado que “es la primera vez que se publica algo así”, es decir, un estudio que demuestra que hay que trabajar con “una simbiosis triple” para mejorar la micorrización del boletus.

Y que propone un método de reproducción “más sencillo, más efectivo y menos costoso” que el que se estaba empleando hasta ahora inoculando el micelio del boletus en pinos y robles.

“Basta con cultivar las plantas ya micorrizadas en una tierra agrícola de ph ácido y esperar a que crezcan”, ha insistido.

Un negocio muy rentable si se tiene en cuenta que casi todo Castilla y León, Galicia, Extremadura, Huelva, y todo Portugal son zonas con un ph ácido y por tanto potencialmente productoras de Boletus, una de las setas más apreciadas y más caras del mercado, por las que se paga entre 20 y 50 euros el kilo.

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