Pekka Pesonen, secretario general de la asociación de cooperativas de agricultores y ganaderos europeos (Copa-Cogeca), considera que una parte considerable de los productores se ha hecho excesivamente dependiente de las subvenciones que ofrece Europa. Un problema que va a afectar en la esperada reforma de la PAC.

En una larga entrevista (de la que hacemos un resumen) con el portal EurActiv.com, socio de EFE, opina que esta situación es una “gran desventaja” para el sector, a la vez que advierte de que el gran reto del sector agrario europeo es controlar los precio del mercado y ofrecer productos de calidad. Sobre el auge del populismo, sobre todo en la propia Europa, deja claro su preocupación porque el principal mercado de los productos europeos es la propia Europa.

«El meollo de la cuestión pes que todavía en Europa seguimos vendiendo la mayor parte de nuestros productos a los consumidores europeos»

P.- ¿Teme que el auge del populismo y la extrema derecha en toda Europa tengan un impacto directo en el comercio de productos agrícolas de la UE?

R.- En primer lugar, es de interés de todos garantizar que esas políticas comunes, en especial, en agricultura, funcionan de verdad. Ese es el meollo de la cuestión porque todavía en Europa seguimos vendiendo la mayor parte de nuestros productos a los consumidores europeos. Son los consumidores quienes deben pagar por el valor añadido que desean, especialmente en la UE.

Por ello tenemos que elaborar una directriz política que produzca resultados, y en esto estamos de acuerdo con todas las partes interesadas en la cadena de valor de la UE: con las ONG y con el resto de actores, porque vemos el peligro del populismo que ya está afectando a las políticas comunes de la Unión Europea. Tienen que producir más resultados concretos, eso es un hecho.

En segundo lugar, si hablamos de comercio, me gustaría subrayar la importancia del factor de crecimiento porque, como sabemos, la población europea está envejeciendo. Estamos perdiendo nuestra cuota en el mercado general global en muchos sectores, en casi todos los sectores , debido a las circunstancias generales de reducción de la población. Cuando hablamos de este asunto también nos referimos a un tema de inversión. Por todo ello, estamos muy interesados en las exportaciones agrícolas, porque sabemos que podemos aportar un producto con valor añadido en ese terreno concreto, un producto europeo de alta calidad que tenga interés para los consumidores europeos.

Y por ello, el factor clave, al asunto fundamental para nosotros es que cuando negociemos acuerdos comerciales con terceros, nos fijemos objetivos comerciales específicos, no simplemente acuerdos de libre comercio con visión a corto plazo. Porque tampoco nuestros socios comerciales lo quieren. Se trata de un comercio basado en reglas, y en reglas justas.

Y por eso tenemos tanto interés especialmente en el acuerdo con Canadá (CETA), en el acuerdo comercial transatlántico con Estados Unidos (TTIP, cuyo futuro parece ahora muy comprometido bajo la presidencia de Donald Trump), en el acuerdo con Japón, para poder ser socios en pie de igualdad, en especial en temas de seguridad alimentaria. En eso hay bastante potencial. Estamos convencidos de que el CETA es un buen comienzo. No es un acuerdo perfecto en todo; vemos algunos peligros en el tema de carnes de vacuno y cerdo, por ejemplo.

«Podemos decir que hay una PAC común para 28 países que se aplica de 28 maneras distintas»

P.- ¿Cómo debería ser la Política Agrícola Común (PAC) después de 2020 para ser competitiva, sostenible desde el punto de vista medioambiental y, al mismo tiempo, rentable para los agricultores?

R.- Es muy difícil. Hay muchos retos sobre la mesa. El primero es que cuando analizas las rentas agrarias, y miras el porcentaje real de lo que supone el pago directo y el apoyo de la PAC en la cantidad final de lo que reciben los agricultores, el neto final que queda demuestra que somos bastante dependientes de la ayuda, y eso es algo que conviene no olvidar.

Eso no nos gusta. Preferiríamos poner el foco en el mercado y obtener nuestros beneficios de lo que nos paguen unos consumidores satisfechos, más que de unos contribuyentes reacios a pagar impuestos. Pero esa es la realidad. Esto es así desde hace 15 ó 20 años. Nos hemos hecho más dependientes (de las subvenciones). Es una gran desventaja para el propio sector agrícola. Por supuesto hay muchos agricultores que trabajan media jornada, y eso es algo que también hay que tener en cuenta.

También sabemos que la PAC pasa por el compromiso entre Estados miembros, y muchas de sus decisiones están basadas en la financiación de la UE. Y, como saguramente saben, la última ronda de negociaciones acabó en una aplicación de la PAC a nivel nacional claramente diferenciada.

Así que podemos decir que hay una política europea agrícola común (PAC) para 28 (27 cuando se produza el Brexit, o salida de Reino Unido) que se aplica de 28 maneras distintas. Es un reto importante para nosotros. Creo que el desafío más importante que debemos abordar en lo inmediato es la volatilidad del mercado. Pero la pregunta es ¿cómo podemos organizar eso de manera eficaz a nivel europeo para garantizar que los agricultores se interesan en usar, por ejemplo, herramientas de gestión de riesgos que la Comisión Europea está planeando?

En ese sentido tenemos una gran tarea por delante, sobre todo para asegurarnos que adquieren una mayor resiliencia (resistencia) frente a la volatilidad del mercado, al tiempo que necesitamos mantener nuestros métodos de producción sostenible y, en algunos casos, el muy importante tejido social que la comunidad agraria y los agricultores proporcionan a sus comunidades locales.

Creo que todos estamos de acuerdo en que la agricultura europea no puede industrializarse completamente, pero el asunto central es: ¿Cómo podemos lograr que el relativamente pequeño tamaño de una explotación ganadera promedio en Europa pueda proporcionar oportunidades de trabajo sostenibles para una familia de agricultores? Creo que ese es el elemento clave.

Hay algunas oportunidades para, por ejemplo, reforzar la posición de los agricultores en la cadena de alimentación, obtener más beneficios del mercado, establecer nuevas cooperativas y sumar fuerzas con otros agricultores porque son demasiado pequeños para tener un impacto de mercado individualmente. Creemos que hay una buena posibilidad para promover productos europeos de alta calidad.

Más allá del TTIP

P.- Si finalmente el TTIP fracasa, ¿Se ha abierto ya el debate sobre la posibilidad de lograr acuerdos sectoriales en el sector agrario?

R.- Si analizamos los estándares horizontales en todos los sectores, y nuestra manera de organizarnos en Europa respecto a la producción agrícola, esos objetivos y metas pueden alcanzarse mejor con un acuerdo global horizontal.

Será más difícil lograr un acuerdo sectorial. Por supuesto, ha habido algunos avances en el pasado, pero se han visto dificultados por el hecho de que no podemos lograr un acuerdo global sobre comercio. Hemos visto buenos ejemplos, no estoy diciendo que sea totalmente inútil.

Pero en general podemos decir que los objetivos se lograrían con mayor eficacia si tuviéramos un panorama de todas las formas europeas de producción y de las maneras estadounidenses de producción, y -en general- de las formas de producir de todos aquellos que quieran negociar con nosotros (la UE). Entonces podríamos decidir en base a eso. Por el momento damos prioridad a un acuerdo comercial multilateral porque creemos que será mejor para la agricultura europea en general si conseguimos normas de seguridad más exigentes.

Hablaríamos de seguridad y sobre algunos asuntos que son especialmente importantes para los consumidores europeos, entre ellos el bienestar de los animales, o los problemas del medio ambiente. Todo ello tendría probablamente mayor relevancia en un acuerdo multilateral, respecto a uno bilateral. Y, por otro lado, cuanto más cierres el foco (el ámbito de competencia), en relación con los acuerdos sectoriales, las cosas se complican más y más.

«Hemos hallado nuevos mercados, pero los beneficios que hemos logrado no han sido todo lo elevados que hubiésemos querido»

P.- ¿Cómo valora los esfuerzos de la Comisión para abrir nuevos nichos de mercado para las exportaciones agrícolas de la UE?

R.- Nos decepcionó mucho cuando Rusia impuso el embargo a la UE hace más de dos años, pero pensamos que encontraríamos mercados alternativos para nuestros productos de alta calidad. Y eso es lo que, en gran medida, ha sucedido.

Lamentablemente, debido a que fue una acción repentina (la imposición del embargo ruso) nos llevó tiempo encontrar nuevos mercados. Y claramente los beneficios que hemos logrado no han sido todo lo elevados que hubiésemos querido. Hemos constatado un fuerte aumento de nuestras exportaciones a pesar del embargo ruso y ninguna bajada drástica o recorte.

El gran signo de interrogación es si este patrón de comportamiento se mantendrá. Tenemos que comerciar, tenemos que seguir exportando, pero hasta cierto punto estamos obligados a conquistar esos nuevos mercados de exportación con precios competitivos.

Por eso tenemos que bajar los precios. Y por supuesto esa reducción de precios ha sido, en gran medida, sufragada por los agricultores. Por ello, la renta agrícola ha bajado en 2016 en comparación con 2015, un año que ya fue difícil.

Por ello, la misma tendencia se comprueba para la renta agraria de la UE, al tiempo que las exportaciones en realidad han mantenido su ritmo al alza. Por otro lado, las importaciones se han mantenido estables. En ese sentido, el superávit se mantiene en el rango de 14.000-16.000 millones de euros anuales. Somos exportadores netos en el sector agroalimentario, lo cual demuestra que la UE hace una gran contribución al equilibrio general de la balanza comercial comunitaria. Por ejemplo, las exportaciones en Francia han crecido.

Las exportaciones agroalimentarias se sitúan justo después de la industria aeronáutica, con lo cual el sector es robusto. Eso también se refleja a escala europea. Nos satisface comprobar que algunas características específicas de nuestros productos, por ejemplo del sur de Europa, se han hecho populares en terceros países. Creo que cuando logramos entrar en nuevos mercados debemos asegurarnos que algunos de esos beneficios también repercuten favoralemente en el sector agrícola. Los agricultores son los primeros productores de alimentos.

(Por Sarantis Michalopoulos (EA.com) y Fernando Heller (EuroEFE)

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