Un agricultor se suicida de promedio cada dos días en Francia. Y a igual que sus animales, los campesinos mueren en silencio. Se trata de un problema casi endémico del país vecino, pero en este reportaje se puede ver que los problemas y las causas son comunes a toda Europa y muchos agricultores y ganaderos españoles se pueden ver perfectamente reflejados en ellos, aunque aquí, afortunadamente, no se opte por decisiones tan tajantes como recurrir a los suicidios.

El periodista y agricultor francés Éric de la Chesnais ha analizado esta crisis del mundo agrícola galo y revela en lefigaro.fr que las causas son económicas, por supuesto, pero también morales y culturales, «porque el mundo agrícola sufre una gran falta de reconocimiento. Poco a poco hemos abandonado el campo y con ello nuestra consideración por el agricultor, que sin embargo tiene un papel fundamental».

El fracaso de una PAC «no tiene anclaje en el mundo real»

En su reportaje, se destaca que una de las causas principales de su desesperación es el sobreendeudamiento al que muchos de ellos están sujetos. «Un granjero que cría cerdos en Normandía me confió que había tomado la decisión de poner fin a su vida si alcanzaba el hito de 150.000 euros de endeudamiento: umbral desde el cual resulta imposible pagar su deuda. Este hombre tenía un profundo sentido del honor y una sensación de culpa por su granja que su padre le había transmitido. Era insoportable para él fallar donde sus antepasados ​​habían tenido éxito».

De igual forma, el periodista analiza la realidad del sector y el papel que ha jugado la PAC en esta crisis de suicidios. «La PAC no tiene anclaje en el mundo real, está disociada de la realidad. Desenrolló todas las herramientas reguladoras que permitieron una visión a largo plazo, pero el trabajo del agricultor es uno de los pocos oficios sensibles al clima: el agricultor debe ser capaz de ver a largo plazo, invertir y comprometerse. Pero la PAC lo previene porque está disociado de la realidad y aplica patrones rígidos a diferentes situaciones, incluido el pago por hectárea en lugar de la producción. Esto crea absurdos y efectos inesperados para algunos operadores ya privilegiados, que reciben una ayuda desproporcionada en relación con los ingresos de su explotación. Porque una política pública debe poder amortizar las desigualdades de recursos dentro de la misma profesión Deberíamos volver a una política agrícola que esté cerca del campo, por ejemplo, remunerando a los agricultores de acuerdo con la cantidad de empleos que tienen en sus granjas. ¿Y por qué no darles bonificaciones a quienes recurren a una agricultura virtuosa?»

De igual forma pone un ejemplo común a toda Europa. «Usted vende su leche entre 30 y 35 centavos por litro para que luego se revenda a alrededor de 65 centavos. No es normal trabajar a pérdida para un agricultor. Tampoco es normal aceptar la incertidumbre en cuanto a su salario, más aún cuando se le paga el día quince del mes siguiente».

«Algunos agricultores trabajan para las lecherías que, por supuesto, compran en grandes cantidades pero pagan la leche a un precio muy bajo, y empujan a los agricultores a vender a pérdida. La misma leche que se usará para producir chocolate de alta gama, se ha comprado a pérdida: esta situación es injusta. Para la leche, algunos productores se han comprometido a pagar por encima del precio de costo de los agricultores: 34 centavos por litro de leche, el umbral desde el cual los agricultores pueden vivir. Pero es solo a 44 céntimos por litro de leche cuando se puede realmente vivir de la ganadería. Solo con compras decentes, los agricultores pueden vivir con dignidad», destaca el periodista en su reportaje sobre estos suicidios.

Y para finalizar, una reflexión del autor: «La ola de suicidios que asoló al país en empresas como la oficina de Correos o en Orange conmovieron al público. Sin embargo, los campesinos son borrados y borradas sus muertes. Sobre esto hay que reflexionar».

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